UA101349465-1

lasolterona_edithwharton

 

Pasión y deber se diluyen en esta obra maestra de silencios femeninos

Por Vanessa Díez

El matrimonio para una mujer siempre ha sido una aventura, antes más que ahora, entregar cuerpo y alma a otro por mantenerse segura durante más tiempo. En aquella época se pedía la mano de la susodicha sin apenas conocerse, tan sólo por emparentar a dos familias con posibles, ella debería someterse sumisa a los deseos de su esposo e ir perdiendo la vergüenza ante el cuerpo masculino e ir conociendo la totalidad de las obligaciones que como esposa debería acometer, incluso aquellas de las que jamás había tenido conocimiento por el pudor de las buenas costumbres posicionado en el mundo femenino, se suponía que los hijos “lo compensaban todo” pero en muchas ocasiones no era así, una unión sin amor podía ser un castigo o una simple comodidad, sacrificar el corazón podía muy bien ser un pozo sin fondo.

Estar casada con un buen partido significa vivir tranquila, sin haberse dejado llevar jamás por la pasión y no haber caído en la vergüenza de haber engendrado un bastardo fruto de una aventura con un hombre que no era capaz de mantener mujer e hijos. El amor nunca ha sido rentable. La tortura para una mujer puede ser eterna, llegando incluso a no querer que su propia descendencia sepa que ha salido de su cuerpo, viviendo en un sinfín de medias verdades, de amargura, de dolor  y sacrificio. La balanza social siempre ha perdonado los deslices masculinos, los hombres son así ¿no?, en cambio para una mujer es una mancha que nunca se ha de borrar, recordándole cada día que ha perdido lo más valioso: su honra.

Edith Wharton recrea uno de los temas que siempre ha perseguido a las mujeres: la hipocresía social ante su libertad sexual. Que una mujer fuera madre soltera a principios del siglo XX era un pecado intolerable y hasta no hace mucho seguía siendo una vergüenza para la familia. Que una mujer en aquella época ya tuviera un hijo imposibilitaba que se pudiera casar, pues ya había sido de otro hombre, el rasero siempre ha sido desigual, se la repudiaba simplemente. El lector se irá declinando de forma ambigua por las dos primas protagonistas, Charlotte Lovell y Delia Ralston, la soltera que por caer en brazos de un arrebatador amor se ve obligada a una soltería eterna y amarga, además de ocultar su maternidad, y la casada según los cánones de la época que saltándose sus preceptos ve la forma de ayudarla, llegando a verse en los ojos de aquella joven que nació de aquel arrebato, pues un matrimonio convenido jamás igualará a uno por amor. La autora te adentra en su mundo en el que se avanza sin remedio.

Share This