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Segundo trabajo de Amor de Tokyo

 Por Sandro Maciá.

Ni es la primera vez que lo digo, ni será la última, pero independientemente del número de ocasiones en que lo proclame, seguiré defendiéndolo de igual manera. Me refiero a la obligación que todos deberíamos mantener en cuanto a respetar la sana –y necesaria- costumbre de agradecer a todo aquel que hace algo, y más a nivel cultural y artístico, su afán por compartirlo.

Por eso mismo, asumiendo que pocos son los párrafos que podrían dar cabida a todo cuanto ocurre y sin despreciar aquello que se quede fuera de lo que mis gruesos dedos puedan llegar a teclear, es más que una obligación destacar el buen gusto que demuestran tener los chicos de Boreal Music, quienes nos dan una nueva lección de delicadeza y poético relax presentando recientemente Trabajos de Coral (2014), lo último de otro merecedor de halagos, Amor de Tokyo.

Escondido tras este romántico y oriental pseudónimo,  el compositor Roberto Urraiz, ha elaborado un marítimo disco  de siete canciones cargadas de emotividad, pasión y amor por lo parido. Sí, como se lee, pues él es el propio responsable de la producción los más de 30 minutos que, en conjunto, suman los temas Una huida hacia delante, Pasamos página,

Trabajos de coral, Cada paso es el primero, Mentiras, Cómo se vive igual y Sudor.

Estos siete cortes mantienen un desarrollo épico lleno de estallidos de luminosidad, según se percibe en su escucha y, literalmente, a juzgar por lo que se refleja en su cuidada promo, donde ya se avanza lo que el oyente podrá degustar cuando, tan embelesado como entusiasmado, descubra que las composiciones de Amor de Tokyo nacen del inconsciente, de las melodías puras y de una necesidad imperiosa de llevar a todo aquel que se adentre en este universo a emprender un viaje de nostalgia, romanticismo y amplias miras hacia el horizonte, hacia la pérdida del miedo al paso de las páginas.

Sugerente, ¿no? No es para menos. Urráiz, que fue bajista del Columpio Asesino, ya se delató como candidato al inminente despegue hacia el estrellato con su debut, Escorpiones; aval que, en esta ocasión, ha convencido al elenco de ex compañeros que han colaborado en su Trabajos de Coral.

Concretamente, Roberto ha contado con el dominio a la trompeta de Íñigo Sola (en Una huida hacia delante y Cada paso es el primero) y la sugerente voz –a los coros- de Cristina Martínez (en Cada paso es el primero), ambos de El Columpio Asesino. Respecto al resto de la ejecución técnica y artística, él mismo ha sido el dueño y señor de todo cuanto ha tenido que ver con la forma, fondo, contenido y continente de cada canción.

Un esfuerzo, un detalle. Un buen disco.

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