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Ensayo sobre la castración social

por Rubén J. Olivares

Han pasado más de 40 años desde que “La mujer eunuco” vio la luz por primera vez en la convulsa época de los años 70 en los Estados Unidos. En aquella época tanto la portada del libro original como las tesis que en él se exponían provocaron una agria discusión sobre el mismo. Tanto el libro como la portada del mismo – un torso femenino desnudo que colgaba de un perchero – denunciaban el vació y el inmovilismo que imperaba en torno a los derechos y deberes de la mujer. Previamente había sido publicado otro libro provocador de la escritora Betty Friedan que denunciaba la situación de la mujer en la idílica sociedad norteamericana. Atrás quedaba la feliz década de los 50 en los que la sociedad americana parecía vivir en un sistema idílico, en el que cada sexo tenía atribuido su rol y cada uno sabía que deberes y obligaciones tenía dentro del pilar de la sociedad: la familia nuclear. La irrupción de nuevas ideas en la década de los 60 puso patas arriba todo el entramado tradicional: las mujeres no anhelaban ser esposas abnegadas que cuidaban de hijo, esposo y casa. Aspiraban a ser tratadas como iguales, a tener los mismos derechos que sus homólogos masculinos: libertad sexual, salarios equitativos, peso político, etc.

La obra de Greer se ha convertido, con el paso del tiempo, en un clásico de la literatura feminista, en el que se expone con maestría acudiendo a fuentes tan diversas como la antropología, la historia, la sociología y la economía un mensaje claro: la mujer nace mujer y libre, pero conforme madura y se desarrolla como persona es castrada por las convenciones sociales que la limitan y la sitúan en una posición inferior respecto a las relaciones que mantiene con el hombre, convirtiéndola en una pieza fundamental, pero secundaria de la vida social.

El estilo narrativo de Greer es bastante agresivo, crudo y directo; a menudo utiliza las palabras con el tacto de una lija: sarcástica, cínica e hiriente. Pero si lo percibimos así es porque las tesis que cuestiona han de ser desbastadas, pulidas y destruidas para poder ser sustituidas por un nuevo armazón que favorezca un cambio radical de las relaciones y convenciones sociales en torno a la relación hombre-mujer. Greer es una maestra de la provocación, quizás demasiado radical para algunos lectores, pero es lo único que puedo discutir de su obra. El libro sigue resultando de actualidad en la mayor parte de sus postulados, lo cual pone de evidencia dos cosas: la capacidad de análisis de Greer para diseccionar las entrañas del sistema de relaciones sociales intersexual de la sociedad Occidental y la resistencia que éste muestra a ser modificado. Las mujeres “castradas” que Greer describía en los años 70 siguen siendo una realidad social a día de hoy en nuestras “modernas” sociedades. El prototipo de mujer eunuco, condenada a vivir como una ciudadana de segunda clase en un mundo construido para el otro sexo sigue siendo una realidad. Podría argumentarse que hoy en día existen más mujeres con poder que en los 70, pero cabría preguntarse si esas mujeres ejercen su papel como mujeres completas o como eunucos que imitan el papel de sus congéneres masculinos en un mundo masculino. La obra de Greer ofrece una lectura apta para todos, pues busca comunicar a hombres y mujeres la necesidad de cuestionar el papel que se atribuye a éstas para tratar de construir una sociedad incluyente y equitativa, alejándose de otros ensayos escritos con un lenguaje ampuloso y verborreico, más centrados en halagar el ego de su autor que en comunicar sus ideas.

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