Por Vanessa Díez.
Ablene Cooper es Aibileen, la verdadera. Demandó a Kathryn Stockett al utilizar su vida para uno de los personajes sin una autorización. Trabajaba para el hermano de la escritora y pide una compensación de 75 millones de dólares. La demanda expiró, porque la autora le regaló un ejemplar en 2009 y ella presentó la demanda en 2011. Después del éxito de novela y película, una gran casualidad. Hay don dinero, el diablo siempre aconseja mal.
Jackson, Mississippi, 1962. Blancos y negros tienen formas distintas de vida. Unos son los señores del mundo y los otros son invisibles, no son nada. Sin derechos. La segregación en el sur de Estados Unidos no es un tema nuevo, lo sabemos pero conocer historias que todavía están soterradas siempre es bueno, sea cuál sea la contienda o el agravio, aunque sean ficcionadas. Las mujeres están ahora empezando a alzar su voz, deben de ser contadas todas las historias.
Una historia sobre tres mujeres que se arriesgan para que la verdad salga a la luz. La forma de escribirlo nos acerca a sus personajes y nos hace ver más allá. Sus tres personajes principales nos cuentan cada una con su propia voz su forma de ver lo que les pasa y cómo les afecta. Así a través de Skeeter podemos descubrir el mundo de las señoras, la importancia de guardar las apariencias y conseguir un marido para no ser apuntada con el dedo y seguir viviendo según los estereotipos. Con Aibileen y Minny el de las criadas, mujeres que desde el silencio y el trabajo duro cuidan los hijos de otras mujeres, además de cocinar y limpiar. Ambos mundos supuestamente nunca se deben mezclar, pero al final lo hacen. Es una época convulsa con la muerte de Martin Luther King de fondo, un momento en que todo cambió.
The help (Criadas y señoras) ha sido publicado en 35 países y tres idiomas. Hasta agosto de 2011, ha vendido cinco millones de copias y ha estado unas 100 semanas en las lista de ventas del New York Times. Algunos ya lo sitúan como libro del año, otros incluso como clásico. Sólo puedo decir que los dedos corren por sus páginas sin remedio.