Por Vanessa Díez.
Estoy condenada a seguir haciendo papeles de vampiresa durante toda mi vida. Creo que es porque la humanidad necesita que le repitan la misma lección de moralidad una y otra vez. Fue la primera estrella prefabricada por unos estudios cinematográficos, explotaron su imagen de vampiresa y le cambiaron el nombre a Theda Bara, anagrama de Arab Death (muerte árabe), pero en realidad Theda era diminutivo de Theodosia y Bara era el segundo nombre de su abuela materna. Para el gran público, Theda había nacido en 1890 hija de una concubina egipcia y su amante, un artista francés, en pleno Sahara, e incluso conocía misteriosos rituales mágicos orientales. Provenía de una familia de clase media baja de inmigrantes judíos. Fue todo un éxito. El personaje que le dio la fama también acabó con su carrera, pues su estética la encasilló y acabó pasando de moda con el tiempo, aunque su obra se ha convertido en obra de culto.
Cuando la crearon tenía treinta años, las protagonistas no solían ser mayores de veinticinco, pero los productores vieron algo en ella. Fue la primera Cleopatra con vestidos que mostraban sus encantos. Recibía a la prensa en una suite de hotel decorada como la de los sultanes. Se creó a sí misma por su estética y su porte. Fue la mujer fatal del cine mudo que con sus métodos de seducción acababa con los hombres que caían gracias a sus encantos, por ello se la fotografiaba sobre esqueletos de supuestas víctimas.
Tengo la cara de una vampiresa, pero el corazón de una feminista. En realidad era una mujer muy tímida y tranquila tras las cámaras, aunque la gente la llegó a relacionar con la imagen de vampiresa que daban de ella sus películas. La gente se cree ciegamente lo que ve en la pantalla. Piensa que los artistas somos idénticos a nuestros personajes. Han llegado a romper carteles con mi imagen por eso, incluso una vez una mujer llamó a la policía porque su hijo estaba hablando conmigo.
Fueron cinco años mágicos en los que fue la estrella de los estudios, después como cualquier producto fue desechada. No le renovaron el contrato y la dejaron a la deriva. Incluso intentaron hacerla desaparecer. Cuando Hollywood se volvió más estricto con la mural juzgaron a Cleopatra como demasiado impúdica para ser vista. Las últimas dos copias fueron destruidas en los incendios de los Estudios Fox. Algunos fragmentos se conservan en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Intentaría volver a actuar pero no tuvo suerte, además de tener un marido que tampoco quería que actuase de nuevo. Tras retirarse tuvo alguna actuación que hizo a escondidas de él. Casada con el director y guionista Charles Brabin, siendo uno de los matrimonios duraderos de la época, pues estuvo con ella hasta su muerte. Moría el 7 de Abril de 1955 en Los Ángeles por un cáncer abdominal, tenía 69 años.