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Por Vanessa Díez. 

 

Maggie se despierta cuando todavía está oscuro. Se sube al alféizar de la ventana, pues ha oído un ruido que la ha despertado. Su dueña, Sarah, se marcha al instituto, dejándola en casa hasta su regreso. Maggie es una traviesa gatita gris a la que le encantan los mimos. Se queda la casa para ella sola, pues los demás ya se han marchado. Al darse cuenta de que no hay nadie se pone triste, pero una pelusa vuela por el pasillo, empieza a correr para alcanzarla. Juega todo el día, aunque se quede sola en casa. Se le pasan las horas recorriendo los rincones, haciendo travesuras. Se sube a las camas, se relame y limpia. Se acuesta encima de los peluches de Sarah, juega con ellos y los tira al suelo. Aunque lo que más le gusta es dejar por todas partes los papeles de la basura que encuentra en la cocina, para que cuando llegue la mamá de Sarah la reprenda y poder ir a los brazos de Sarah para que la acaricie y defienda de los peligros.

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