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Por Vanessa Díez.

Condenada por ejercer su profesión. Seguir su camino libremente es suficiente delito para unos hombres que ejercen opresión sobre las mujeres. Un año en prisión y noventa latigazos. Su delito, participar en Mi Teherán en venta (Teherane man haray). No será la única, otras ya han sido condenadas.

Detenida a finales de junio, aunque la producción contaba con permiso del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica. Ha sido la única del equipo procesada.  Está en la cárcel de Garchak, en Baramin, en la provincia de Teherán, un antiguo gallinero que según afirman no tiene unas mínimas condiciones higiénicas, una buena forma de deshacerse de un escollo en el camino, a través de los virus que no dejan huella.

La película cuenta los problemas de una joven artista iraní para viajar a Australia, acercándose a la forma de vida que deben llevar los jóvenes en la clandestinidad. Se produjo hace cuatro años por Garanaz Musavi, una ciudadana iraní residente en Australia, para su tesis universitaria, y en ella participaron estudiantes con permiso de las autoridades.

Se presentó a varios festivales, pero se ha distribuido en el mercado negro de Irán. Los últimos acontecimientos sólo han subido el precio de la mercancía, cuando algo está prohibido siempre es más apetecible.

La presión sobre los creadores aumenta y más si son mujeres, pues varias ya han sido detenidas, procesadas y condenadas. Se convertirá en símbolo de la libertad y eso molesta, hay que ocultar todo aquello que no se acepta.

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