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Por Vanessa Díez.

 

Todos estamos arriba de este tren a la deriva y sólo podemos avanzar. Aunque hayamos perdido mucho en el camino y echemos de menos todo el tiempo lo que nos falta. Creer o morir. Da igual en que o en quien, tan sólo creer para sobrevivir. Aquello que te sirva para aferrarte a la vida será válido. Todo aquel que te encuentres en el camino será parte de la respuesta para salir del atolladero y encontrar el rumbo de nuevo, ya que nadie está tan solo como cree. Ser tu mismo y volver a empezar es posible, sólo has de escuchar a los ángeles o leer las señales. Todo vale.

Renée Zellweger y Forest Whitaker hacen un gran trabajo, ya era hora de poder disfrutarla en una película más seria que a lo que el cine comercial nos tiene acostumbrados. Ella es una ex-cantante que tuvo un accidente de tráfico en el que quedó paralítica y él perdió a su familia en un incendio y desde entonces habla con ellos. Ambos son amigos de penurias y emprenden un camino que les cambiará para siempre. Afrontarán sus miedos y romperán los bloqueos que les impiden avanzar.

La estética surrealista de Jardín del Edén con fábulas y pájaros en color son parte del cuento en que se va convirtiendo la historia. Su voz como narradora nos lleva por su forma de sentir y vivir para encontrar al fin su mayor creación, su mejor canción. Un canto a la vida, a la esperanza.

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