UA101349465-1

Por Sandro Maciá.

Un extenso y denso obituario o una larga lista de necrológicas que, de hecho, a nadie le hubiera gustado escribir. Da igual llamarlo de una forma u otra, el caso es que las páginas de cualquier publicación de prensa musical vienen marcadas estos días, en lugar de por los habituales lanzamientos de discos y demás productos de la industria discográfica, por un infatigable número de textos que recogen las tristes muertes de grandes artistas.

En lo que llevamos de verano, hemos visto cómo algunas de las formaciones más admiradas de la cultura musical contemporánea de nuestro país se han quedado “cojas” tras la pérdida de alguno –o algunos- de sus componentes, cómo se han ido abriendo huecos que nunca serán rellenados o cómo han vuelto a la actualidad de las letras y los titulares músicos que, habiendo decidido retirarse a disfrutar de la paz ganada previa cosecha de grandes éxitos, se convierten en carne de noticia por culpa por algo tan frío como su propia muerte.

Uno de estos casos recién citados es el que ha protagonizado Ángel Muñoz Alonso, compositor madrileño que, conocido artísticamente como ‘Maestro Reverendo’, compartió el sabor de la fama junto al “showman” El Gran Wyoming durante más de veinte años, acompañando a éste al piano en todas sus actuaciones y elaborando e interpretando, entre otras cosas, la banda sonora del programa que le consolidó en televisión: Caiga quien caiga.

No obstante, colaboraciones con Wyoming a un lado –también fueron compañeros al frente de la banda Paracelso allá por el final de la década de los setenta-, el recuerdo que Muñoz Alonso se ha ganado en nuestra memoria viene justificado por su incansable –y talentoso- trabajo como arreglista y músico de apoyo de grupos como Desmadre 75 -¿os suena eso de “saca el whisky, Cheli”? Pues fue de ellos-, Siniestro Total, Los Ronaldos, Hombres G… Eso, sin olvidar que su amplio repertorio en el manejo de su amado Hammond –no hubo límite estilístico que “El Reverendo” no se atreviese a cruzar-, le llevó incluso a trabajar con Miguel Ríos, ni más ni menos.

Independientemente de que tuvierais la suerte de verlo en directo o no –seguro que más de uno pudo estar a pocos metros de este grande de las teclas en cualquiera de las actuaciones que el dúo Wyoming-Reverendo ofreció por bares de toda la península, actuaciones que, en Madrid, tenían ya como sede fija el bar La aurora-, estoy seguro de que su obra habrá llegado a vuestros oídos, en un momento u otro, en forma de acompañamiento musical de esa escena que tanto os gustó de alguna que otra película o serie española o como cabecera de aquel programa que os marcó.

A sus 57 años y retirado de la vida pública –algo que, según cuentan, siempre intentó incluso en periodos de grandes éxitos-, este músico nos dejó, como muchos otros, de golpe, sin permitirnos asimilar aún hoy que hemos perdido a un autor que cuenta con una obra de más de 200 composiciones registradas (y otras tantas inéditas, seguro). ¿Cuántos pueden presumir de eso? Pocos, muy pocos.

 

Share This