Por María Elena Ayala.
Por momentos me imagino una escuela donde no se aprende a hacer sumas, a leer,… pienso en una escuela donde se aprende a «SER». Un espacio de respeto hacia la vida en proceso de maduración. Una educacion que valora y da lugar a que se desarrollen esctructuras internas solidas y «felices» en los niños. Una educación que no esta limitada a objetivos y planes implantados desde fuera, sino todo lo contrario un proceso de arendizaje en donde las funciones naturales del ser vivo no sean interferidas por normas y recetas prefabricadas donde el niño pueda madurar de manera autentica con el acompañamiento y cooperacion de educadores y padres. Planteamos un espacio donde los padres tengan la oportunidad de implicarse en la enseñanza de sus hijos. Por ende, un entorno educativo libre de stress y presiones, donde se pueda materializar el ritmo vital del niño; una escuela que apuesta por un plan de calidad que es el plan interno de desarrollo de cada niño, el cual le hace unico y diferente al resto. Este plan esta repleto de potencalidades a desarrollar en entornos donde se proporcione al niño una seguridad, afecto y actitudes no directivas para que pueda desenvolverse por si mismo y sea interferido lo menos posible. Es compromiso de los adultos crear estos espacios «relajados» para evitar aceleramientos peligrosos de los procesos de transicion de una etapa a otra del desarrollo. Añadir igualmente que todo entorno que respeta la vida en crecimiento promocionaria el juego libre rico en experiencias sensoriales, afectivas y motoras.
Rebeca Wild nos acerca en su libro a una escuela activa y libre donde los niños aprenden a «SER», un lugar donde se respeta la vida en crecimiento y donde los padres se comprometen e implican en la educacion de sus hijos. Para aprender a vivir es necesario «SER» desde que se nace para poder crecer y desarrollarse de manera plena y autentica. Para aprender a vivir con niños, sin duda alguna es necesario volver a «SER», a conocernos por dentro, a redefinir nuestras actidudes, a poner empeño para cercer junto a nuestros hijos. Una buena receta para empezar a vivir con niños partiria de que los adultos sean conscientes de que el niño aprende de la forma en como uno se relaciona con y de la personalidad de las personas de su entorno. Buen viaje hacia el camino del «SER» para educar.