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Por Sandro Maciá.

Muchas veces –y me incluyo en esta sentencia que voy a soltar-, las personas, somos tan radicales que no vemos más allá de lo que queremos. Ni arriba, ni abajo, ni al centro, ni adentro. Nos da igual que nos cojan y nos dirijan la vista, que nos abran los ojos, que intenten convencernos, que nos ayuden a descubrir nuevos argumentos… Nada nos importa. Somos tan cazurros de vez en cuando que, si nos empeñamos en que estamos en posesión de la más absoluta de las verdades, mataríamos por defenderla.

Sin embargo, como lo de matar en defensa de una idea es algo que, por suerte, ya viene siendo menos habitual que en épocas históricas anteriores, lo que ahora me llama la atención son algunas políticas de ciertos países que, si bien no juegan con las vidas de sus habitantes, sí los usan para inculcarles valores que siguen anclados en la tozudez y el miedo al avance, al saber y al posible cambio de mentalidad de generaciones enteras.

Ahora bien, el juego político puedo llegar a asimilarlo -¡ojo!, que no compartirlo-, pero ¿tal es la necesidad que algunos dirigentes tienen de reprimir a sus ciudadanos como para llegar a censurar hasta, por ejemplo, los besos de las películas? Sí, sí, los besos, esa práctica que, si hoy fuera censurada en nuestro continente, no habría gozado de la admiración que despierta en nuestra cultura y que ha servido de inspiración a grupos como Besos Robados, una banda de Barcelona que se bautizó con el mismo nombre que el famoso film de Truffaut y que, según afirman ellos mismos, les permite insinuar su “actitud canalla y a la vez romántica sobre la vida y los devaneos amorosos”.

Como todo gran descubrimiento, este grupo (en el que todos sus componentes cuentan con varias décadas de rock a sus espaldas) es de los que se cruzan en la vida de uno con los deberes ya hechos, es decir, con un Ep ya publicado, Besos Robados (Auteditado, 2011), que consta de cuatro canciones que desprenden actitud,truff salpicadas por giros algo “poperos” en sus guitarras y sus voces, pero sin perder la esencia de unos acordes que marcan el ritmo rockero que predomina en cada una.

Con canciones como Bésame –recomendable por su letra y estructura, cascabeles incluidos, al estilo de los clásicos- o la ingeniosa y fiestera –escuchad bien cada palabra- Cigarrillos y alcohol, no es de extrañar que estos catalanes puedan presumir de haber girado por las salas de Barcelona y del país entero, pues si estas dos primeras composiciones merecen ser destacadas y presentadas ante el público, tampoco hay que menospreciar al resto de cortes del Ep, que son: Arma de seducción –rebelde canto al rock, con versos como “vendió su alma / por el Rock and Roll / aún lleva las riendas / y todo el control”- y A veces –imposible no dejarse llevar por el pegadizo silbido inicial o no sentirse atrapado por esa inquietud que transmite y que todos hemos sentido al encontrarnos “sin rumbo” en más de una ocasión-.

Unos los compararán con Pereza, por aquello del estilo; otros, fijándose más en la voz y el timbre, con gente como Cooper. Pero ni Pop ni Rock, llamadlo como queráis. Esto es, francamente, estilo. Sobran más adjetivos.