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Rubén J. Olivares.

“…Bares, qué lugares, tan gratos para conversar…”   J. Urrutia- Gabinete Caligari

Desde que empecé a leer este no he podido dejar de evocar dos recuerdos que guardo de mi infancia y adolescencia. El primero de ellos es el himno que Jaime Urrutia escribió en los 80 “El calor del amor en un bar” y el segundo es el recuerdo de la evocación que en las clases de Literatura hacía de las tertulias literarias que la Generación del 98 celebraba en míticos bares de Madrid como Cervecería Inglesa, Lion d’Or, Nuevo Café de Levante, etc.

Edgar Borges aúna con maestría ambas visiones en los 21 bares asturianos por los que transita a lo largo de este libro. Acompañar a Edgar por estos bares es adentrarse en un mundo en el que amigos y parroquianos disfrutan, entre copas y cafés, de la compañía de unos y otros. En los bares de Edgar uno puede hablar – y escuchar – sobre las múltiples historias que se viven en la calle, del sexo, el arte, la ciencia, la política, el juego y, cómo no, de la literatura y sus autores. Y si se atreve y se deja seducir por la propuesta del autor, puede llegar a entablar encuentros con grades autores de la literatura como Fernando Pessoa, Robert Walser, Georges Perec o Julio Cortázar, entre otros, además de míticos pintores como Salvador Dalí o Toulouse-Lautrec y músicos de la talla de Carlos Gardel, Charlie Parker, Daniel Santos o Camarón de la Isla.

Escrito con un lenguaje simple, directo y certero, huyendo del barroquismo y el post-vanguardismo que algunos autores contemporáneos pretenden presentar como la nueva literatura – y que sólo consigue lo que ARCO ha conseguido para el Arte, que como espectadores o lectores nos preguntemos si somos idiotas o pretenden tomarnos como tales al presentarnos eso que llaman Arte o Literatura – nos muestra en cada microrrelato la historia y alma de cada uno de los bares en los que el autor va evocando página a página. Imposible leer una de las 21 historias que componen el libro y no desear leer una y otra y otra historia más, preguntándonos que nuevos personajes o que nuevas sorpresas nos esperan al pasar a la siguiente página. Un libro que se disfruta como las tapas – o pintxos – que podemos encontrar en cualquier de estos bares, como pequeñas joyas que se saborean de un bocado y que demuestran la maestría de quién las elabora. Así son las historias de este libro, pequeñas crónicas que demuestran que no es necesario escribir en exceso para alimentar el alma, sino hacerlo con la pasión y originalidad con la que escribe Edgar Borges.

 

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