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Por Sandro Maciá.

Empezar… Bonita palabra para definir un reto tan complicado como es el de emprender, comenzar o iniciar algo, lo que sea. Podemos empezar a comernos un pastel, a ver una película, a escuchar un disco, a conocer a alguien, a cambiar de opinión, a creer o dejar de creer en algo… Tantas cosas como imaginemos son susceptibles de ser “empezadas”.

Sin embargo, el empiece –como cantaba Ana Torroja en Una rosa es una rosa cuando se enfundaba en cueros y rejillas al son de Mecano- que a mí más respeto me causa es que hace referencia al pistoletazo de salida de cualquier proyecto, ya sea profesional o personal. ¿Acaso no hace falta valor para lanzarse a una aventura de este tipo hoy en día?

Realmente, no sé si ha sido valor, ilusión o, simplemente, una necesidad imperiosa de decirle al mundo qué sentimientos le bailan en su interior, pero el caso es que, por un motivo u otro, quien hoy me hace reflexionar sobre al mérito de dar un gran primer paso responde al pseudónimo de Cuatro Latas –así, como suena-.

Cuatro. Ni dos, ni tres, ni una. Cuatro son las latas que dan nombre al proyecto musical de José Botella, un gaditano que, tras varios años componiendo temas y grabando demos, presenta ahora su primer LP, una autoproducción que inició su periodo de gestación en el verano de 2012. Fue entonces, en aquel momento estival, cuando éste comenzó a presentar sus temas en directo para, a partir de ahora, dedicarse a girar por el país tocando su disco en formato acústico y demostrando que en ya su primer trabajo (Cuatro Latas, autoeditado, 2012), podemos apreciar que sus influencias son tan admirables como eclécticas –y eso, al menos a mí, me encanta-, yendo desde Pereza o The New Raemon hasta los propios Beatles.

Paralelamente a la sorpresa inicial que produce encontrarse con unas canciones tan bien estructuradas en un cd que –como él dice- ha sido grabado de “forma muy casera”, a nivel práctico no es posible olvidarnos de destacar la emotividad de composiciones como la tranquila Mundo paralelo, por ejemplo, o los aires “poperos” de su Fenómeno compuesto –ésta más movida y de versos que rezuman sencillez y una combinación muy acertada: “Y la física hace el resto / y ya te puedo notar / un fenómeno compuesto / que me puede hacer saltar / por los aires a una dimensión real”-.

Ahora bien, como esto de aventurarme a adivinar no es algo que deba ni sepa hacer, no puedo más que insinuar sutilmente que es posible que, en unos meses –si no antes-, este pseudónimo dejará de recordarnos a aquel modelo de coche setentero que muchas familias tuvieron para pasar a identificarse directamente con un cantante que ya empieza hoy –valga la redundancia en esto de empezar- a ser comparado con afamados grupos o conocidos cantautores. ¿O sólo yo percibo los matices que recuerdan, entre otros, a Jero Romero?

 

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