UA101349465-1

Por Vanessa Díez.

Objetos de otro tiempo son los testigos de la catástrofe que desencadenó un fatídico final. Ante la chimenea de una tétrica mansión victoriana que perdió el esplendor del pasado avanzan las horas. El té y la voz del narrador amortiguan el mal tiempo que fuera sacude a quien se haya atrevido a aventurarse a salir. Tio Montague era escuchado con atención por Edgar, sus historias le apasionaban, siempre volvía a por más. La vieja casa tenía sus propios sonidos, el viento no ayudaba, la oscuridad de sus estancias ante la economía de la electricidad y el difícil tramo de la cancilla que debía sufrir tras tener el valor de recorrer el camino del bosque en invierno eran sacrificios que superaba a cambio de su recompensa literaria. En Edgar imperaba el análisis racional ante los acontecimientos que observaba, pero En cuentos de terror de los objetos malditos no todo final es lógico, pues algunas cosas se nos escapan, lo desconocido siempre acecha.

Ethan y Cathy como Edgar tienen una afición por las historias espeluznantes, fruto de lo que los hombres rudos, hombres de mar, han ido contándoles en la Posada Vieja dónde crecieron. Nunca se cansan de escuchar sucesos sobe maldiciones, monstruos o barcos hundidos. Una fuerte tempestad azota sobre el acantilado donde se encuentra su casa, la posada en que otro tiempo no cabía ningún hombre por gran afluencia, tras la muerte de su madre su padre encontró en la bebida su castigo y el de ellos, pues dejó de lado el negocio y su cuidado. Ante aquel temporal ellos enfermaron y su padre fue en busca del médico con la advertencia de que no abrieran la puerta a nadie. La fuerza con que el viento chocaba contra las rocas y contra aquella construcción hizo que Ethan se apiadara de un desconocido que tocó a su puerta. En cuentos de terror del Barco Negro será el marinero Thackeray el narrador de las historias espeluznantes que había recopilado durante sus viajes, un desconocido les ofrecerá las claves de otro mundo al que jamás se habían asomado tan de cerca hasta entonces.

Cuando era adolescente consumía cada capítulo de El club de medianoche, los protagonistas contaban historias de miedo en la oscuridad del bosque ante una hoguera, entorno idílico para un narrador de historias truculentas, pues sus oyentes no sólo le escucharán sino que serán más propensos a sufrir con mayor realismo la historia al estar en un lugar propicio para ello. Chris Priestley con sus cuentos me ha recordado aquella época entrañable, aquellas primeras historias de miedo audiovisuales inocentes que tanto me gustaban. Tenía hambre, hambre de historias, como sus personajes adolescentes que ansían escuchar historias, cuanto más espeluznantes mejor para saciar ese deseo de descubrir otras realidades oscuras. Sus ilustraciones góticas acompañan al texto remarcando la atmósfera. Si eres amante de este tipo de historias ya sabes, esta noche escóndete en tu cama y con tan sólo el foco de luz justo disfruta.

 

Share This