El domingo estaba toda la ciudad en el centro comercial, siempre te preguntas dónde está la crisis, aquel fantasma que a todos atormenta. Lo malo es que aquellos que pueden siguen ostentando, los que pueden algo menos que antes al menos quieren aparentar que siguen al mismo ritmo, aunque sea durante estas fechas, los que ya no pueden siquiera pretender reflejarse en el consumo desmesurado son los que ya han desaparecido de este revuelo, los que son parte de otras colas, los que se conforman con las migajas de esta sociedad, muñecos rotos que antes soñaban con tener sus cuatro paredes propias y sacar adelante a sus hijos mejorando lo que ellos tuvieron, les vendieron a un precio demasiado alto la felicidad. Perdieron tras tanto luchar, ahora son relegados al olvido, después de su tiempo en las noticias, después de escuchar su llanto entre cucharadas de sopa.
Bolsas repletas de regalos por las calles, llenas de comida para degustar en familia, cuando no importa el precio de lo compartido, ni si es cordero, centollo, gallina en pepitoria o pavo al horno. Tan sólo el calor de aquellas personas con las que compartes el tiempo y el espacio, aquella gente que es parte de tu recuerdo, de tu ayer, tu hoy y tu mañana. Aquellos a los que tu corazón recuerda aunque estén lejos y tan sólo puedes darles un poco de tu voz en la distancia o aquellos que estuvieron y ya partieron hace tiempo. El alma retiene vivencias, aprovecha aquello que pasa ante tus ojos, ahora, aquellos que comparten lo que tienes son parte de ti, el dolor seguirá estando mañana, pero todo camino es un aprendizaje.
La familia es un preciado valor en decadencia en estos tiempos convulsos, se da más importancia a las afrentas sufridas en la propia piel que a los lazos de sangre. Habrá quien siga las tradiciones y se reúna tan sólo por aparentar y habrá quién imponga una excusa parcialmente aceptable para no compartir la mesa. Las heridas abiertas quedarán en el tiempo expuestas sin cicatrizar, tan sólo supurando. Decir lo que se piensa es difícil, pedir perdón lo es más, reconocer los errores es ardua tarea, comprender a los demás es parte de conocerse a uno mismo. Los más allegados son parte de un puzzle de vida que somos incapaces de ver al primer vistazo, todos tenemos algo en común con nuestros padres o hermanos, ya sea el carácter o la forma de ver la vida. Cuanto más parecidos existen menos se ven y si son polos opuestos comprender al otro es una tarea que lleva años, llevar la razón es la pieza a lograr en la batalla. Lazos de sangre, sin lucha, sin batallas, curando heridas, afrontando la realidad. A veces te preguntas hacia dónde vamos, estamos perdidos. El mejor regalo es el tiempo compartido, aquel que sino se ha tenido se echará en falta cuando esas personas ya no estén entre nosotros. Feliz Navidad.