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Por Sandro Maciá.

“Con las causas justas escribo artículos, pero con las disparatadas emprendo cruzadas”. Aunque ya quisiera, estas palabras no han salido de mi boca. Bueno, más bien, ni de la mía ni de la de nadie, pues han sido escritas -y en un contexto muy acertado, aclarado sea- por una compañera de profesión que, cada fin de semana, nos alegra la vista y el entendimiento con un artículo que escribe para un diario de tirada nacional -que no “mundial”, pese a lo que sugiera el nombre de su cabecera-.

Ella, la periodista en cuestión, no es otra que la gran Carmen Rigalt -mujer de palabra afilada y actitud guerrera donde las haya- y el motivo de empezar con esta frase suya no es otro que justificar que, aun sabiendo que debería descontracturar mi muñeca para emprender mi cruzada personal contra muchos de los disparates acontecidos en nuestro país recientemente, hoy vengo en son de paz y no arremeteré contra todo aquel que debiera, pues voy a hacer un esfuerzo por morderme la lengua y no dejar que mi parte más animal se coma a al “yo” nostálgico y sensiblón que ha aflorado a raíz de mi último descubrimiento musical, descubrimiento que llega de tierras murcianas -¿qué les dan de comer allí? ¡No paran de surgir grandes talentos!- y que responde al nombre de La Maniobra de Q.

No se si será por sus melodías, por sus letras o por esas distorsiones guitarreras que adornan las voces de Ana y José Ángel -dos de los cinco componentes, además de Víctor, Sergio y Javier-, pero cada corte de su disco de debut -Eterna Juventud (Autoeditado, 2011)- me trae infinidad de recuerdos y me transporta a aquellos primeros FIBs, a esas noches de verano de mediados de los años 90 en las que empezaban a despuntar Los Planetas o Los Niños Mutantes, a esas tardes de otoño en las que estudiaba para los exámenes al ritmo de lo que en aquella época era “música alternativa”…

La pegadiza -¡atención a su estribillo!- Eterna Juventud, la directa Historia de Cine o la poética La Cuerda -véase aquí la producción similar a sus paisanos Klaus and Kinski, con los que han compartido estudio de grabación- son, según mi forma de entender el disco, las tres composiciones que mejor representan el estilo de esta banda, un estilo que no se centra en un sonido único y que puede ser cercano a la acidez del Columpio Asesino, en unas ocasiones, y a la dulzura de Mercromina, en otras.

¿Que tres pistas no son suficientes? A por el disco entero. Así de claro, sin dudarlo. Cualquier fan del género va a ponerse de lo más ñoño cuando vea que, amigos míos, el indie no se ha estancado, que el talento vive y que estamos ante unos músicos que, además de recordar a los grandes, mantienen un toque personal que les ha hecho ser finalistas de certámenes como El tercer Concurso de Maquetas de Lemon Pop, el concurso del Festival Planetademos de Radio 3 o el I Concurso de Bandas Fnac de Murcia, entre otros.

 

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