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Por Sandro Maciá

Sé que hay cosas que no están bien, que “están feas” -como diría mi madre- o que, siendo más elegantes, pueden calificarse de políticamente incorrectas. Sé, por ejemplo, que no sería muy normal preguntarle a unos padres a cuál de sus hijos quieren más o pedirle a alguno de mis amigos que, delante de su novia, me diga a cuál de todas las chicas con las que ha estado ha amado en realidad. Y así podría enumerar mil y una situaciones en las que, sólo con el poder de evocar una palabra detrás de otra, podría organizarse un conflicto que superaría en intensidad al mismísimo Dos de Mayo que conmemoramos la semana pasada.

Precisamente por eso, cuando el domingo por la mañana me hallaba dentro de un tren volviendo de Murcia después de pasar casi dos días sin dormir y aun con los últimos acordes que sonaron en el Festival SOS 4.8 antes de abandonar el recinto de La Fica, me planteé lo injusto que puede ser comenzar a arremeter contra la organización de cualquier evento de este tipo sin pararme a pensar en todo el trabajo que, no dudo, habrán estado llevando a cabo desde hace días.

Ahora bien, ser comprensivo no significa ser tonto, y por este motivo creo que es justo reconocer que, si en todas las ediciones de este Festival Internacional de Acción Artística -llamado SOS 4.8 desde su reciente creación allá por 2008- he vuelto a casa más que contento, este año, en su quinta edición, me he quedado un poco frío…, casi a medias.

Entiendo que hay cuestiones ajenas al propio festival, como la cancelación repentina y tan criticada de SebAstian –cuya actuación estaba prevista el viernes sobre la una y media de la madrugada-, la desgana con la que Gossip subió al escenario Estrella De Levante para aburrir a todo el público con una actuación casi vergonzosa que ni con unas cuantas cervezas en el cuerpo podía aguantarse sin bostezar o la presentación del ridículo nuevo single de los Zombie Kids; sin embargo, lo que ni entiendo ni comparto es que el afán recaudatorio prevalezca sobre la lógica, como ocurrió cuando me informaron de que los tickets para canjear por bebida sólo podían adquirirse en múltiplos de dos -o sea, había que comprar dos o cuatro o seis u ocho…, aunque luego no los consumieses- o como cuando me acerqué a por un programa de mano con los horarios de las actuaciones –gratuitos en todos los festivales a los que he ido- y me dijeron que valían dos euros.

Por suerte, paralelamente a que a cada paso mi bolsillo se fuera vaciando mientras hacía tiempo entre una serie de conciertos que no han sido del nivel que merecía un SOS que ha ido creciendo -en cantidad y calidad- año tras año, me quedo con el placer -y orgullo personal- de haber visto a Pulp en directo y con la alegría de ver que se sigue apostando por el pop patrio (Love of Lesbian, Nacho Vegas o Klaus and Kinski, entre muchos otros), por el arte en todas sus disciplinas creativas (no hay que olvidar los Workshops de, por ejemplo, Quim Tarrida o Joaquín Reyes; o el Art Show de Mustang, por citar algunas iniciativas) y por las nuevas tecnologías (este año se creó una aplicación para smartphones).

No negaré que ha sido un SOS agridulce -venga, vale, diremos que fue más dulce que agrio-, pero creo que, si para la edición de 2013 se tiene en cuenta que a veces es mejor hacer algo más sencillo pero de mayor calidad, todo volverá a ser como en las ediciones anteriores, es decir, espectacular.

 

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