Celebrada o temida, admirada o provocada, buscada o repentina… No son pocos los adjetivos que podríamos usar para definir algo tan contradictorio y apasionante –ya sea entendido esto de forma positiva o negativa, allá cada cual- como el estado que pone punto y final a nuestro paso por este mundo: la muerte, ese momento del que nadie queda excluido, ese viaje del que nunca se vuelve y que la raza humana vive de distintas formas en función de su nacionalidad, cultura y vivencias personales.
De hecho, no es extraño que esta palabra genere tantas emociones y sentimientos encontrados, pues nadie escapa de ella ni de sus consecuencias. No importa la raza, el oficio, la condición sexual… No, nada de eso impide que venga el esqueleto vestido con una túnica negra y una guadaña en la mano para llevarse a quienes queremos y admiramos. Y, como muestra, sobra con ver el panorama musical de los últimos dos años, un periodo triste que nos dejó en 2010 sin el arte de Enrique Morente y que se ha extendido –arrasando a su paso con la voz de la señorita Winehouse y de la señora Houston, entre otras- hasta hace menos de una semana con el reciente fallecimiento de Jim Marshall -creador de los míticos amplificadores Marshall- el pasado cinco de abril.
Pero, sin desmerecer al maestro que ayudó a amplificar los acordes de Hendrix o Clapton, lo que me ha llevado a soltar esta parrafada sobre el “más allá” ha sido la añoranza que ha despertado en mí un disco que no puedo dejar de escuchar: Homenaje a Morente (El Volcán Música, 2012) de Los Evangelistas.
Por este nombre, evidentemente, nadie sabrá de quién hablo, pero ¿y si os nombro a Antonio Arias (Lagartija Nick), Florent, Eric y Jota (Los Planetas)? Pues sí, estos son los cuatro grandes que se han reunido en el Refugio Antiaéreo, el archiconocido cuartel general del que han salido todas las grabaciones de Los Planetas, para rendir homenaje a un peso pesado del flamenco: Enrique Morente, ausente desde diciembre de 2010.
El resultado de este encuentro no ha sido otro que una recopilación de temas que, si bien no han sorprendido tanto como lo hizo Lagartija Nick cuando grabó Omega, también con Morente, consiguen que todo aquel que ame la música por encima de todo esboce una amable sonrisa de satisfacción, una sonrisa que no puede contenerse ante la emoción que se siente al escuchar melodías que mezclan dos elementos tan dispares como la psicodelia de las guitarras eléctricas, típica de los Planetas, y la pasión del flamenco que desprende toda la obra del artista fallecido.
Homenaje a Morente, aunque no será alabado por los flamencos más puristas -como tampoco lo fue Camarón cuando decidió experimentar con los instrumentos eléctricos en La leyenda del tiempo- traerá cola, lo presiento. Y, realmente, espero que sea así, porque sería un delito dejar en el olvido un trabajo que tiene temas tan interesantes como La estrella –que Morente dedicó en vida a su hija Estrella- o como Yo poeta decadente, canción que toma la letra del poema homónimo de Manuel Machado y que, nuevamente, nos permite comprobar que la música no tiene fronteras ni entiende de estilos cuando se hace con el alma.