Por Sandro Maciá.
Señoras y señores, damas y caballeros… ¡Bienvenidos a la era del marketing! Sí, sí, ya sé que con esto no descubro nada nuevo, pero es que no pretendo resolver ni reproducir ninguna verdad universal. Al contrario, lo que quiero decir con esta frase -digna, por cierto, de formar parte de cualquier canción de Fangoria- es que ya no hay marcha atrás, ya no hay cambio que valga, ya no sirve otra vuelta de tuerca. El marketing ha llegado hasta nuestras casas y, no conformándose con ser ese invitado incómodo que nos hacía comprar cosas sin necesitarlas, se ha instalado en todos nuestros aparatos (tele, ipad, ipod, iphone y demás “i-dispositivos”) para hacer de esta herramienta publicitaria una forma de vida.
¿Que nunca te ha gustado ir en bici? No pasa nada, a fuerza de spots sobre vida sana y deporte acabarás sobre el sillín y las dos ruedas. ¿Que nunca te convenció eso de sincronizar tu móvil con el ordenador? Tranquilo, con un poco de tiempo, dinero e imaginación, los señores de la “ventana” o los de la “manzanita” harán que dentro de unos meses no sepas vivir sin saber cuántos correos electrónicos te entran cada minuto.
Personalmente, yo ya he tirado la toalla y asumo que estamos a merced de lo que los creativos más influyentes gesten en sus despachos. Es así, no hay más. Pero lo que me repatea profundamente las tripas -sí, así de gráfico estoy hoy- es que el arte, concretamente la música, está empezando a formar parte de ese bucle de consumo insípido y, bajo términos como “afterpop”, “afterpunk” o “new indie” nos creen expectativas con grupos como Hoy Muero Viernes, una formación madrileña que, dicho sea, merece toda mi admiración por el simple hecho de hacer música -al César, lo que es del César- pero que me ha decepcionado con su esperadísimo álbum de debut: La Tiranía de la Identidad (Producciones Geométricas, 2012).
De ahí mi enfado “marketiniano”, pues creo que estos chicos, lejos de aportar algo nuevo al concepto alternativo, han pasado a ser víctimas de su propia promoción y esclavos de una nomenclatura que hacía suponer que teníamos entre manos a los nuevos Punsetes o a la fusión definitiva entre los ritmos de Dorian y las letras de Hidrogenesse.
Sin embargo, ni una cosa ni otra. Pese a la originalidad de lo que plantean a nivel formal -recordemos que su disco está cargado de títulos reivindicativos como: Miedo y Asco en las Vegas, Elefante Blanco o Franco Jipi-, le falta el complemento de unas letras sólidas y, como mínimo, con un poco más de sentido.
Habiendo pasado por casi todas las salas importantes de la geografía española y siendo comparados por algunos gurús musicales con los mismísimos New Order -exageradamente, en mi opinión-, no cuestiono el talento de Hoy Muero Viernes ni sus ganas de revolucionar el panorama musical, pero una cosa es darse a conocer y otra es hacerse querer.
Lo primero ya lo han hecho, pues fueron ganadores del III Concurso de Talentos “Puro Cuatro” en la categoría de Mejor Banda de Rock, pero lo segundo va a costar con tanta competencia. Aunque, ¡oigan!, que todo es cuestión de tiempo y yo, sólo por decir lo que tantos pensamos en su tema Reciclar el Arte Abstracto, ya les auguro un buen futuro.