Reclamar uno lo que le pertenece”, “adjudicarse alguien la autoría de un hecho”, “intentar rescatar la buena fama o reputación de alguien o algo”.
Estas tres frases, dichas así, sin más orden ni concierto que el que a mi me ha dado la gana, pueden parecer extrañas e incoherentes. De hecho, hasta puede interpretarse que cada una hace referencia a una cosa distinta cuando, en realidad, todas ellas se utilizan para definir un mismo término: “reivindicar”.
“Reivindicar”… curioso verbo que, tal y como pudimos experimentar anoche en Alicante, tiene tantas interpretaciones como formas de llevarlo a la práctica. Y es que, ayer, mientras el pueblo alicantino ejercía su derecho a la reivindicación de aquello que le pertenecía frente a la clase política, a sólo unos metros de distancia, un grupo de personas menos numeroso -aunque superaban la decena- profesaba también su particular actitud reivindicativa, aunque de una forma más artística.
Los primeros, evidentemente, son incontables. Ahora bien, los segundos, los menos numerosos, os sonarán bastante si os digo que se hacen llamar Incógnito y que, con 33 años de carrera musical a sus espaldas y liderados desde entonces por el gran Jean Paul Maunick, pasaron anoche por la ciudad levantina de la Explanada y la Rambla para dejarnos con la boca abierta en un acto, casi mágico, que formaba parte del FIJAZZ (Festival Internacional de Jazz de Alicante).
Que esta “fiesta del Jazz” es un referente a nivel nacional es algo que ya sabía cuando crucé la puerta del ADDA (Auditorio de la Diputación de Alicante), vale, pero que lo que allí dentro se iba a montar era un espectáculo sin precedentes era algo que no me esperaba ni por asomo. Precisamente por eso, creo que mi cara anoche lo decía todo: sorpresa, emoción, disfrute… No me quedaban musculos en mi rostro para expresar con gestos la satisfacción que sentía -yo y todo el público- al ver que este grupo, aun haciendo su repaso lógico de temas como «Still A Friend Of Mine» y «Givin ‘It Up», lo dio todo desde el principio.
Si el comienzo fue fuerte, alegre y moderadamente visceral, el transcurso del concierto fue como ir añadiéndole pólvora a una bomba que, gracias a las voces de Natalie Williams –adorable tono-, Moritz Benhardt –showman sin igual- o Vanessa Haynes –salvajemente sensual-, se iba calentando para, finalmente, estallar en una celebración entre el público y la banda –pese a algún impedimento de la Organización- que concluyó con un emotivo discurso de Maunick sobre derechos humanos -¡tachán! ¡seguimos reivindicando!- y con la entonación del One Love de Bob Marley.
Pero hubo más. Hasta que la bomba explotó, Incógnito hizo las delicias de todos los asistentes llenando el escenario de ese aire nostálgico –y a la vez festivo- de los garitos neoyorquinos en los que el soul, el funk y el jazz se fusionan desde la madrugada hasta el amanecer. Transiciones de lo más “funky”, ecos y percusión al estilo “soulero”, arreglos dignos de cualquier canción de, por ejemplo, la señorita Keys o Mrs. Norah Jones… Todo, aun manteniendo su toque desenfadado, estaba perfectamente orquestado sobre las tablas, tablas que fueron testigo de los numerosos halagos que la formación dedicó a Alicante y de las emotivas palabras que Maunick dedicó al público –“songs are more tan a pieces of music, songs belong to us and are part of our life”- antes de homenajear (he aquí otro “momentazo”) a Stevie Wonder -¿se podía pedir más?-.
Finalmente, y ya puestos a concretar de forma extrema, no debemos dejar en un segundo plano los momentos estelares de James Anderson –saxofonista de pulmones gigantes, a juzgar por el solo que se marcó- y Francesco Mendolia y Joao Cetano –ambos poseedores de unas manos dignas de seguir el ritmo más frenetico, como demostraron con su compenetración en esto de mover las baquetas y los dedos-.
Con un grupo así, ser o no amante del jazz es lo de menos. Al fin y al cabo, lo que Incógnito hizo anoche fue arte, más allá de cualquier etiqueta.