Nos ha tocado vivir la época de las promesas infinitas. El tiempo de la creencia continua en que siempre hay algo mejor. El periodo de la Historia en el que todo lo que no innove no sólo no supone un acto de originalidad, sino que es concebido como un paso atrás. Éste, este es nuestro presente y ¿futuro? Veremos.
Ante esto, que resulta -cuanto menos- desolador para cualquier amante de lo mínimamente tradicional, uno se plantea de todo: desde cerrar los ojos y dejar que al mundo “le den” por la retaguardia hasta romper con el conformismo y rasgarme las vestiduras con tal ansia que, no lo dudo, acabaría en un salvaje despelleje que empezaría con la suave separación entre piel y ropa y terminaría con la bonita estampa de que quedarme en la mano con la epidermis que va pegada al hueso.
Así, al estilo Saw, a lo gore o a lo bestia, como gusten ustedes. Lo de menos es cómo calificar mi sangrienta forma de protestar –y eso que, estando cerca Halloween, hasta puede tener gracia-, pues, por suerte, después de escuchar Antolorgía (1977-1982) de Juan Estereotipo & The Malajes he vuelto a creer en los clásicos, en la autenticidad que va a contracorriente y en la lucha contracultural que encuentra su se reivindica a través de lo “underground”.
Tal cual. Todo esto, que vuelve a reconstruir en mí los cimientos que había derruido la cultura actual de copia-pega, es lo que define al trabajo de este cantante, Juan Estereotipo, un artista que recupera en cada una de sus canciones la esencia de un rock “glam”, nostálgico y cabaretero que, por si fuera poco, se mezcla con toques de pop anglosajón setentero y que, en las manos de The Malajes –la banda que le acompaña en directo y en el estudio-, desprenden una nostalgia y un sentimentalismo tan propio como el formato físico del cd (imita a un vinilo, con textura de surcos y todo), como el diseño de la caja que lo alberga (cuidadísimo) y como el arte gráfico que inunda las páginas de un libreto que, a todo color y con las letras de cada composición, ilustra la historia, vida y milagros de Juan y la banda.
A lo largo de sus canciones, este trabajo refleja lo más instintivo del ser humano. Hay cortes que ensalzan la celebración del éxito personal (véase Lulú), que denotan la necesidad de la atracción por lo sugerente (por ejemplo, Gilda “la traviesa”), que divierten y se ambientan en una tragicómica decadencia (Estereocabaret o Roxy) y que sirven de aperitivo, de apertura de apetito
(he aquí Hola, la encargada de demostrar, siendo la primera, qué vendrá después).
Sé que, como hablar de instintos supone caer en la crítica, más de uno dirá que Estereotipo y The Malajes no hace más que perpetuar un estilo ya consolidado. Pero, ¿se puede considerar como perpetua la innovación de seguir moviéndose en dicho estilo y lograr que no parezca que estamos ante más de lo mismo? Ahí está la clave.