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Por Sandro Maciá.

La primera toma de contacto con una persona es, a veces, tan decisiva como el despliegue de un paracaídas en caída libre. Así es. Y no porque suponga un suicidio el hecho de abrirnos a alguien con un gesto –a menudo ceder la mano o poner la mejilla para recibir un beso-, no, sino más bien porque ese primer instante, por poca importancia que pueda tener debido a su brevedad temporal, puede marcar el inicio de algo mucho más complejo.

Presentarnos, queridos amigos, es algo que requiere mucha más preparación de la que pensamos. Por eso, el arte de socializar siempre requiere de una sutileza que va desde una irrupción sencilla, sin darnos más categoría de la que tenemos, hasta una familiaridad que, sin perder las formas, corrobore nuestra confianza propia y autoestima.

No obstante, si creíais que con esta camaleónica puesta en marcha del proceso de anunciarle a alguien quiénes somos y de dónde venimos estaba todo solucionado, he de deciros que no, que aún hay algo más difícil de conseguir, un “high level” al que sólo llegan los que consiguen saltarse a la torera todo lo anterior y, haciendo gala de ser capaces de acaparar todas las miradas y atenciones de hasta los que resultan inmutables, triunfan y se hacen querer.

Esto, complicado pero no imposible, es lo que ha logrado Ana Fernández-Villaverde, una pintora madrileña que, bajo el pseudónimo de La Bien Querida, decidió tener la amabilidad de regalarnos su arte a través de canciones tan propias, bellas y auténticas como 9.6, Ya no, Noviembre y Hoy –por no andar con gustos propios y amores desmedidos de un servidor hacia composiciones como La muralla china, por ejemplo-, todas ellas pertenecientes a dos discos (Romancero y Fiesta) que marcaron un inicio en el que nadie imaginaba que Ana, maestra absoluta de la combinación entre una voz personal e intransferible con ritmos que van desde lo folk a lo clásicamente acústico, nos sorprendería como lo ha hecho con Ceremonia (Elefant, 2012) y sus ritmos electrónicos.

En su tercer trabajo, compuesto por diez temas en los que su impronta sigue marcada a fuego en sus versos y esencia, La Bien Querida da un giro hacia la síntesis sonora, las atmósferas electro-pop y las inquietudes propias de una persona que, sin perder lo incisivo de una voz que es imposible no amar por mucho que duela lo que dice, decide arropar su arte al compás de nuevas melodías, de otras formas de seguir una carrera que, por si alguien lo dudó en algún momento, no se iba a consumir entre un par de versos dulces y tres o cuatro arpegios.

Arenas Movedizas engancha, Hechicera atrapa, A Veces Ni Eso evade… Cada uno de los “actos” de su particular “ceremonia” sugiere y evoca, encierra y cautiva, nos lleva y nos trae.

¿Viaje sin retorno? Si es con ella, hasta el fin del mundo.