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Por Rubén J. Olivares.

Desde qué cerré el libro tras haber leído la última página de esta novela se ha instalado en mi mente un único pensamiento: quiero más. Quiero más novelas como ésta. Desde el inicio hasta el final, Arrabal juega con maestría con las posibilidades que la lengua castellana le ofrece sin llegar a agotarlas. Una novela que entrelaza vivencias, historias paralelas, personajes extraordinarios, e intrincadas tramas detectivescas, con un fondo de Guerra Fría y amenaza de un inminente estallido de la Tercera Guerra Mundial y que sin embargo no es ni una novela de espías, ni novela negra, ni fantasía. Simplemente es una obra deliciosa, un compendio de genialidades y una muestra del inteligente humor de Arrabal, capaz de unir en una misma trama tragedia, locura y muerte y conseguir que éstas sean el preludio de una sonrisa e incluso de una carcajada, ante la capacidad del autor para desdramatizar la muerte y la locura de sus personajes y convertirlos en fantoches, víctimas de una compleja red del destino que desemboca en un desenlace increíble y sorprendente.

Una novela que atraviesa su tiempo y a sus personajes, en la que podemos descubrir la grandeza y la miseria de la existencia de dos genios enfrentados a una partida de ajedrez que se juega más allá del tablero. Compleja historia, en la que poca utilidad tiene la extraordinaria inteligencia de los dos protagonistas de la novela enfrentados en una partida de ajedrez, Elías Tarsis, español y el francés Marc Amary. Ambos personajes llevan a sus espaldas dos biografías tremebundas que irán desgranándonos a lo largo de la partida que juegan en el tablero y fuera de él. El epicuro Tarsis, ha sido, entre otras profesiones que desfilan por la novela, un joyero, proxeneta arrepentido, fraile, y moldeador; su oponente, Amary (un ser de personalidad múltiple, atormentado por los personajes que su mente enferma inventa), es un brillante científico que trabaja en un prestigioso laboratorio internacional de Suiza y que a su vez es el líder de una rocambolesca célula comunista que ha secuestrado a un importante miembro del Politburó soviético (genial excusa que Arrabal emplea para arremeter contra los planteamientos marxistas y prosoviéticos de algunos intelectuales de la época, por parte de una autor difícilmente clasificable de franquista o procapitalista – lean su “Carta al General Franco”). No será ésta una partida entre caballeros.

La torre herida por el rayo entronca, por su estética, con la literatura de lo absurdo de Valle-Inclán y el surrealismo trágico-cómico de Buñuel. Una novela sorprendente a la par que divertida, que la editorial Automática nos ofrece en una nueva reedición con un formato fruto del cuidado y el cariño de quien ama un libro. No defraudará a quien se acerca a ella.

 

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