Por Vanessa Díez.
Hasta hace unos años, antes de la crisis, eran las mujeres sudamericanas las encargadas por estas fronteras de las tareas del hogar, contratadas en muchas casas ya fuera como internas o por horas. Ahora, obligados a apretar los cinturones, muchos prescinden de esos servicios y las españolas que ya no recurrían a tales obligaciones para ganarse el sustento recuperan este empleo. Honrosa forma de ganarse el pan, pues muchas mujeres, desde tiempo ancestral, han llevado el pan a su mesa gracias a las labores domésticas en casa ajena. Mi abuela materna fue una de ellas, interna en la juventud, por horas en tiempos de la vejez. En ambos casos, dulces recuerdos conserva, pues los hijos de los patrones se convierten en algo más que obligaciones, estableciéndose un vínculo afectivo, los cuales la recuerdan con cariño.
En Las chicas de la sexta planta, inspirada en la novela Las mujeres del metro Pompe de François-Marie Banier, nos encontramos a las mujeres que emigraban a Francia en los años sesenta trabajando como asistentas internas. María (Natalia Verbeke) llega a París como refugiada de su tía Concepción (Carmen Maura), la cual trabaja para una familia realizando las tareas domésticas como varias españolas más en el mismo edificio. Ante las francesas son una clara competencia desleal para el gremio, pues trabajan más horas por menos sueldo, no tienen día libre, tan sólo quieren ir a misa los domingos (a las seis de la mañana) y nunca se quejan. María consigue el empleo, porque despiden a una asistenta francesa, tras veinte años de dedicación a una familia, pero la empleada traspasa la línea razonable, y ya no se tiene en cuenta que haya criado a los hijos de la señora, que sea para ellos como una madre, ni el tiempo dedicado, ni a dónde pueda ir tras abandonar aquellas paredes. El contratar a María cambia por completo la percepción de la realidad de su nuevo jefe Jean-Louis (Fabrice Luchini) que se siente atraído por la vida de estas mujeres y se convierte en su protector.
Dos mundos, dos realidades antagónicas, que pueden mezclarse, todo cambio renueva la existencia y abre caminos. Las mujeres disfrutan de su tiempo, aunque deban trabajar de sol a sol, no pierden la risa ante los sinsabores de la vida, se apoyan y sobreviven. De fondo el amor.
Un cartel de excepción entre el grupo de españolas: Carmen Maura (Concepción Ramirez), Natalia Verbeke (María Gonzalez), Lola Dueñas (Carmen), Berta Ojea (Dolores Carbalan), Nuria Solé (Teresa), Concha Galán (Pilar). Entre ellas estereotipos de mujer, para contar la historia desde varios frentes, no falta la beata, la comunista, la que tiene un hijo sin estar casada, la que mantiene al marido, la que es maltratada … además trabajan para familias burguesas a las que en un principio parece que nunca les pasa nada, que no sienten, que viven de forma lineal, pero llega un punto sin retorno en que todo se rompe. Carmen Maura recibió el ansiado César por su trabajo en esta producción.