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Por Sandro Maciá

¿Estamos perdiendo las buenas costumbres o las habíamos perdido ya? En fin, da igual. Perdidas o sin perder, lo que no puede obviarse es que algo está cambiando en nosotros. Antes, sin ir más lejos, toda la euforia y la tontería superficial nos entraba cuando llegaba la primavera, pero ahora, desde hace tiempo, parece que cualquier cambio de estación nos desbarata y nos despoja de todos nuestros valores.

El otoño, por ejemplo, que llegó sin avisar la semana pasada, siempre había sido una época sombría, gris y seria; no obstante, a juzgar por la prensa, se nos ha olvidado guardar el luto al verano y empezamos a estar –y me incluyo- como cabras. Veamos: Lady Gaga –la rubia ésta que se colgaba chuletas al cuello y que se hacía gafas con cigarrillos- vende más perfumes que discos, los Green Day se desmarcan de un ñoño y criticado Justin Biever, Telecinco nos asusta un nuevo reality –La Voz- que se deshincha en su primera emisión… ¿Hace falta seguir?

Por suerte, entre tanta locura otoñal –ya ni nos esperamos a que salgan las flores para empezar a desvariar-, hay algo que nos hace poner los pies en el suelo, algo que nos devuelve la (poca) cordura que nos queda y que se hace llamar Llum.

Llum, tal cual. Estas cuatro letras son las que dan nombre al alter ego de Jesús Sáez (batería de Polar), una iniciativa cuya filosofía sonora se basa en combinar lo mejor del swing, el pop, el folk y el soul con una interpretación que ya quisieran para sí muchos crooners –con o sin big band detrás- y que estrena la próxima semana su nuevo disco: Limelight (Jabalina, 2012), un álbum que sus propios editores califican como un mix de “clasicismo y espontaneidad, humor e ironía”.

Suena apetitoso, ¿no? Pues hay más. Diseñada por Jesús Galvañ, la portada de este trabajo –muy teatrera, en el buen sentido- supone ya un anuncio de que estamos ante una delicatesen musical, casi degustable con el paladar -si se le pone la imaginación precisa cuando uno escucha temas como All The Spanish Cooks o Tragón- o, por el contrario, casi palpable al tacto –imposible no sentir nada al oír My Friends y su melódica intro que, hasta que Sáez entra en escena para darle su toque “croonero”, se asemeja al aire etéreo de grupos como La Familia del Árbol-.

Don’t Be That Way, Tall Tales, On A Low Flame… Si nos ponemos a hablar de la tracklist, los matices no nos dejarían poner fin a esta descripción. Por eso, sin querer “spoilear” nada y dejando el gusto de la escucha a cada uno, sólo es posible adelantar que queda patente, a la vista de los resultados, que cada arreglo se ha concebido como imprescindible, como único, como parte de un proyecto técnicamente excelente del que han formado grandes artistas como Pau Roca (Litoral, La Habitación Roja) o Javier Sánchez (AMA, La Buena Vida).

Llum tiene ese toque auténtico, único, propio de New Orleans, de Brodway, de… ¡de Llum! Que vale ya de querer irnos tan lejos para comparar.

 

 

 

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