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Por Sandro Maciá.

De forma peculiar y rodeada de islotes, la localidad alicantina de Benidorm -interpretada casi como una especie de “isla pegada a la península” por algunos ilustres cartógrafos- se caracteriza por ser una de las zonas del levante español que más leyendas y refranes populares ha originado a lo largo de los siglos. De hecho, no son pocos los mayores de la zona –fuente inagotable de sabiduría- que aún hoy recuerdan como, desde que tienen uso de razón, se recurre a la historia de Roldán y Durandarte para dar explicación a la complicada orografía de un territorio que, pese a la contención que ejercen las montañas colindantes, penetra con furia y fuerza en el mar Mediterráneo con sus escarpadas formaciones rocosas y sus anchas playas.

Al parecer, según cuentan, Roldán fue un héroe francés, comandante de Carlomagno que, en su lucha contra un caudillo moro en la cima de la emblemática montaña del Puig Campana, propinó un golpe tan fuerte con su espada, de nombre Durandarte, que se desprendió un gran trozo de roca que llegó hasta el mar y acabó por convertirse en “la isla de Benidorm”.

No obstante -historias aparte-, lo que tengo claro es que, si el joven Roldán hubiera levantado la cabeza este fin de semana, con que simplemente fuera tan marchoso como valiente, se habría sentido orgulloso de ver que, un año más, la ciudad que él creó a golpe de espada ha sido el lugar escogido para la celebración del Low Cost Festival, evento que es ya una parada obligatoria en la ruta de los festivales indie-pop de la Comunidad Valenciana y que, debido a su amplio cartel, ha supuesto un ejercicio maratoniano para aquellos que hemos querido estar en todos los conciertos.

Con una organización perfectamente coordinada –vale, lo reconozco: mi amor se lo ganaron con la estupenda zona de Prensa que nos habilitaron, con acceso wifi, ordenadores y refrigerios incluidos-, los productores del Low Cost han demostrado que, pese a pequeños fallos iniciales con el sonido de algún escenario o con el funcionamiento de la iluminación, un festival no necesita vender sus entradas a precios abusivos para que los asistentes puedan disfrutar de conciertos como el de Suede –que fueron el plato fuerte del viernes y que, aunque estuvieron un poco sosos, nos llevaron a su terreno cuando interpretaron su The Beautiful Ones-, como el de Supersubmarina –que repasaron sus temas más conocidos y presentaron las nuevas composiciones de su recién estrenado Santacruz (Sony, 2012)-, como el de We Are Standard –que nos hicieron bailar, ¡cómo no!- o como el de The Sounds –con su espectacular Maja Ivarsson al frente de una banda que lo dio todo en el escenario y que no se dejó ningún hit en el tintero-.

Por si esto fuera poco, el viernes terminó con una sesión –no excesivamente acertada- de uno de los componentes de Two Many Djs, que se encargó de que nos marcháramos del recinto con una sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa que aún nos duraba cuando volvimos el sábado, día de aforo casi completo –éramos más de 21.000 “lowers”-, para ver a la “madrugadora” Anni B Sweet, a Fanfarlo y a los que, para mí, fueron la estrella del evento: Placebo, mítica banda de pop-rock que sigue estupendamente capitaneada por Brian Molko y que, no contentos con hacernos vivir una experiencia casi extrasensorial –momento cumbre: una brutal versión de Meds con un comienzo acústico-, tocaron en primicia el que será su nuevo single próximamente.

Aun sin poder tomar aire, tras Placebo, nos despedimos del señor Molko y compañía y fuimos corriendo a sentir los ácidos versos de los chicos del Columpio Asesino, que demostraron que ya no son una banda de salas pequeñas y que Diamantes (Mushroom Pillow, 2011) les ha catapultado al más rotundo éxito masivo y mediático, como se pudo observar cuando el público optó por no moverse hasta que sonó el último acorde de Toro, momento en el que todos salimos en estampida hacia la fiesta de luz y color que Guille Milkiway, alma de La Casa Azul, tenía montada en el escenario Budweiser al ritmo de su softpop y de sus típicos Superguay, La Fiesta Universal o Como un Fan, temas archiconocidos por todos los “poperos” que se dejaron la voz antes de irse a bailar con los Djs que cerraban la segunda jornada: The Zombie Kids –nada nuevo…-.

Finalmente, con el cuerpo más muerto que vivo y los bolsillos menos abultados –el gasto en copas ya iba haciendo mella-, nos plantamos, casi sin darnos cuenta, en el tercer y último día “del Low”: el domingo, jornada que contó con las actuaciones de La Habitación Roja –espléndidos por partida doble, pues tocaron dos veces (una en acústico y otra a toda potencia)-, Mcenroe, Putilatex y -¡chan, chan!- Kasabian, que para muchos compañeros “firmaron el mejor concierto del festival”.

Triángulo de Amor Bizarro, Citizens, Vetusta Morla, The Whip, Jero Romero, Make the Girl Dance… Muchos fueron los grupos que, además de los nombrados, nos hicieron pasar tres días de melomanía continua; eso sí, hablar de todos supondría dejaros ciegos de tanto mirar la pantalla, y tampoco es plan, que lo de llevar gafas mola, pero lo de la ceguera absoluta ya tiene que agobiar un poco más…

 

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