El fruto del pecado debe desaparecer. Reconducir el camino de la oveja descarriada mediante la disciplina y la oración. El dolor si es necesario será parte del castigo, sin dudar se trazará la senda para que jamás vuelva a abandonarse. Quienes defienden estas consignas, también son aquellos que no quieren practicar un aborto bajo ninguna circunstancia, porque el feto en cualquier semana de gestación es ya un ser humano. No me practicaría un aborto, pues en un vídeo que nos permitieron visualizar en el instituto nos demostraron que es un proceso doloroso tanto para el feto sin forma final como para la madre, pues es arrancado, literalmente, de las entrañas. Además después es troceado hasta su total desmembramiento y la madre si surgen complicaciones puede desangrarse hasta la muerte. Pero no entiendo tal incoherencia. Si alguien no eliminaría la vida de alguien, porque pretende marcarla para siempre mediante el dolor de la pérdida de los orígenes, marcar a alguien mediante la ausencia también puede llevarle a la muerte. Pues alguien que no consiga saber interrogantes cómo cual es su padre o su madre, porque se deshicieron de él o ella, si fueron obligados o no, si fue concebido con amor o mediante la fuerza, y tantas otras preguntas, pueden marcar el carácter de un individuo durante su desarrollo. La sombra de la duda y el dolor serán las cargas menos pesadas que llevarán esas almas hasta el final de sus vidas. Y esas mujeres a las que sus hijos les fueron arrancados sin su consentimiento nada más nacer nunca volverán a estar enteras, pues les falta una parte de su ser; aunque tengan más hijos siempre se pensará en cómo habrá crecido quien les falta, si estará bien, si habrá estado enfermo, si será una persona de bien, … Incrustar las dudas y el dolor en las almas de tantos inocentes por unas ideas no tiene explicación alguna.
Enrique Vila Torres, abogado y escritor valenciano fue quien destapó el caso de los niños robados en nuestro país. Tema que todavía está de actualidad. La monja María Gómez Valbuena, sor María, está imputada por este caso, el cual sigue su curso. Una mujer de 87 años seguramente ya no recibirá castigo alguno, por su avanzada edad; pero sería un gran paso para tantos hijos y madres que desean encontrarse que se realice un banco de ADN para cruzar coincidencias, pues muchos de ellos tan sólo ansían ya reencontrarse, la judicial parece que ha sido ya la última vía, los secretos habían marcado su destino y los separaron durante décadas.
Enrique J. Vila Torres lleva más de quince años como abogado especializado en unir hijos abandonados con sus madres, siendo él mismo un niño que nació en la Casa Cuna Santa Isabel. Ha obtenido prestigio en España y fuera de ella, donde ya ha resuelto cientos de casos. Nos cuenta en esta novela llena de sentimientos una historia basada en hechos reales, una mujer que posiblemente compartió estancia con su madre le contó su historia y a través de ella nos hace partícipes de las duras vivencias entre aquellas frías paredes con aquellas monjas que no ostentaban la piedad al prójimo sino el castigo a unas pecadoras de la carne que traían a sus hijos al mundo fuera de la institución del matrimonio. Una niña de quince años es obligada por sus padres a ingresar en esta institución, como hizo su madre, otros dirigen su vida y ella ya se desangra por dentro ante el desconcierto de por qué recibe tanto odio sobre sus miembros si ella ama a su pareja e iban a casarse y desean tener juntos a su futuro hijo.
Las incoherencias de la triste y negra historia de este país durante la Guerra Civil podría comprenderlas hasta 1975, pues hubo un velo institucional que todo lo pudo y que no se detuvo. Llegada la transición y la democracia ya no se comprende como estas prácticas se siguieron llevando a cabo y por qué no se hizo nada para detenerlas hasta 1990, bien entrada ya la democracia. Nací en 1982, no quiero pensar que habría sido de mi si me hubieran robado y donado a una familia que no podía tener hijos, arrebatada de mis padres, llevando una vida falsa e incoherente, una doble vida cuando descubriese la verdad. Dando gracias cuando alguien descubre y obtiene al fin el objetivo de abrazar a su madre por primera vez cuarenta años después de nacer. Ánimo a hijos y madres, seguid luchando.