Por Francisco Gómez.
«Las vidas, con el paso del tiempo, se pueblan de muertos queridos»
Gustavo Martín Garzo-. «Y que se duerma el mar»
No sé, pero cada día me siento más mayor, más viejo. Quizás estoy empezando a arriar banderas. Noto que me pesa más la mochila a las espaldas y los pasos son más lentos, más cansados para atravesar las avenidas desiertas en mares sin amor.
Quizás lo único importante, lo único verdaderamente válido y esencial de este artículo sea el autor de la dedicatoria y su libro que vivamente os recomiendo. Yo también siento en mi castigado corazón que se va llenando mi tiempo de muertos queridos, de difuntos verdaderamente amados.
No sé cómo explicarlo, casi no sé ni cómo escribirlo. Tengo que hacer esfuerzos para que las lágrimas me dejen ver el bolígrafo pero siento que mi edad se ha llenado de personas que se han ido tras el azul del misterio y me he quedado más solo, más inquieto. Perdonadme, esta es mi pequeña verdad.
Cada vez voy más a la ciudad eterna, a la ciudad que no verá morir el tiempo y estoy más rato con ellos, mis muertos queridos.
No sé cómo decirlo, no sé si soy capaz de explicarlo pero siento que ellos están conmigo en una comunión sin fechas ni horas. Ellos me hablan, yo les hablo de mis cosas, de nuestras cosas y creo que me escuchan y protegen con un manto intangible y misterioso.
Cada día el itinerario es más lento pues tiene más paradas en mi via crucis personal que sólo uno sabe. Converso con el hombre que siempre va conmigo, converso con ellos, mis queridos y personales muertos. Por alguno de ellos, creedme si queréis, yo hubiera dado mi pobre y triste vida de cursolegal, esta que tintinea con un metal escaso y descolorido por la carrera de la edad. Mis paradas son espadas azules en el aire de mis días inconcretos pues ya no sé dónde voy en la encrucijada de mis noches.
Mis muertos queridos siempre van conmigo allí donde voy, sea en la ciudad eterna, sea con mis desmayados pasos por las calles de la «city» en la que vivo y muero cada día.
Cada día voy a más entierros y a menos BBCs (bodas, bautizos, comuniones) y el corazón cruje de dolor con cada despedida. Ya lo sé soy un tonto y estúpido sentimental (tontos somos y tontos moriremos). Si os interesa saberlo, ya tengo decidido el sitio por donde me despediré algún día cuando no pueda soportar más todo esto. Y reunirme con Ella y las conversaciones dejen de ser vicarias para ser presenciales, según los estúpidos libros. Vivenciales como así espero sentirlas.
Cada vez tengo más familia al otro lado del misterio, a más amigos, a más vecinos, a más queridos muertos que ocupan un lugar principal en este derrotado corazón.
Supongo que no hace falta que os diga que yo creo verdaderamente en la comunión de los vivos y los muertos. Supongo que ya imagináis que soy un tonto del 14 Supongo que puede que penséis que no funcionan bien los engranajes cerebrales.
Imagino que cada cual tiene sus personales, queridos e intransferibles muertos. Yo tengo los míos y convivo y converso animadamente con ellos.
Un abrazo y un beso muy fuerte desde aquí para allá.