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Por Sandro Maciá.

Y murió. De una forma sigilosa, casi despidiéndose de este mundo a pequeños pasos, de puntillas, con poco afán de protagonismo y con una discreción inversamente proporcional a las miradas que acaparaba sobre los escenarios.

Así. Así ha muerto el payaso más famoso de la tele en España, el que cada sábado por la tarde, cuando la imagen de la pantalla aún se teñía de blanco y negro, alegraba las meriendas de cientos de niños que, sin iPhones ni demás cachivaches, soñaban con estar en ese paltó presidido por él, por el gran Emilio Aragón “Miliki”.

Con él se nos ha ido la fiel representación del personaje entregado a la felicidad del público y, lo más triste, el hombre que dignificó a esta complicada figura circense de múltiples caras e infinita ambigüedad psicológica y que, aunque en su caso se caracterizaba por su cariño y simpatía, siempre ha denotado una vanidad propia de cualquier artista de las artes escénicas.

Quizás por eso, por la explotación de este lado menos bonito pero más humano de cualquier payaso, me he decidido a zambullirme en el universo de los chicos de Místicos de Cafetería, un grupo de pop-rock alternativo español que nace en 2011 de la mano del oscense Luis Feel y que han titulado con extremo acierto a su segundo álbum: Sólo somos payasos (2012), un trabajo que sigue la estela del primero en cuanto a estilos -pop, rock, rap…-, inquietudes -atención a las bases electrónicas mezcladas con voces apagadas y susurrantes- y versos –nada menospreciable la vida que adquiere su persnaje estrella: Dj Bollywood-.

De portada casi improvisada –que no por ello poco cuidada- y un libreto tan variado en colores y diseños como sus composiciones, su disco se presenta al oyente como un viaje sensorial por el mundo de los retratos más descriptivos –escúchese Es él-, de la crónica social del “moderneo” actual –no os perdáis Nadando en círculos, cuyo comienzo ya engancha: “Ella vive con un Dj / en un barrio lejos / de El Corte Ingles”- y de las declaraciones amorosas contemporáneas –sirva de ejemplo Malditos Pegamoides, que incluye versos como “Quizás yo mate algún dragón por ti / o destierre a los malditos Pegamoides de tu reino / en mi sueño nadie te hará daño-“.

Referencias y parecidos tampoco les faltan. Tienen un poco de Dorian –en su faceta más tranquila- y juegan con ese descaro del Columpio Asesino –en sus versos punzantes y bases-. ¿Hace falta más palabrería?

 

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