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Por Sandro Maciá

Vivimos tan deprisa que no asimilamos nada de lo que hacemos. Reímos, lloramos, herimos, perdonamos… Y así una vez tras otra sin ser conscientes de qué nos lleva a actuar de una forma u otra. La rapidez, esta rapidez, parece empujarnos a querer pasar por el mundo casi sin pisarlo, casi sin darnos cuenta de que correr no nos hará llegar los primeros a ningún lado.

En estos tiempos en los que sobrevivimos, basta con ver la tele o los escaparates de las tiendas para observar que, queramos o no, todos sucumbimos a este trepidante ritmo de vida que nos hace, entre otras cosas, empezar a preparar la Navidad en noviembre o comenzar a comprar los libros para la vuelta al cole en agosto, en pleno verano.

Prisa, prisa y más prisa. Si, como yo, sois de los que sólo con leer estas tres palabras os fatigáis y se os nubla la vista, tengo un método infalible para olvidar cualquier medida de tiempo y de distancia, tengo un mecanismo de defensa contra el estrés, tengo una manera única de renovar el cuerpo y la mente…; tengo, en definitiva, el primer Ep de Nada Personal, una banda de indie-pop que defiende en su bandcamp que “por encima de todo, están las canciones”.

Con semejante declaración de intenciones, no sorprende que De un lugar extraño (Flor y Nata Records, 2011) -así se llama el disco- ofrezca una selección de temas que, gracias a las letras de Carlos Piedra (voz) y a las melodías de Jaime Summers (guitarra), ya han triunfado en su primer año de vida más que aquel famoso refresco de cola y burbujas.

La añoranza de los años ochenta, la frescura de la música alternativa de los noventa o la suavidad del pop más tradicional. Todo tiene cabida a lo largo de las cinco canciones que forman este Ep y que nos transportarán delicada y sutilmente hasta el profundo interior del aparentemente superficial mundo del “poperismo” –para muestra, su single: Un rifle en el corazón, una explosión de elementos que recuerdan a una versión sosegada, aunque igual de intensa, de los desaparecidos Flechazos-.

Otros ejemplos dignos de mención son su agridulce Magdalena –historia que refleja el ansia de la vuelta al hogar añorado-, su adictiva Entre Leones –comparable a las divertidas (que no por ello menos trabajadas) composiciones de los Tachenko- o su gran El sentido de la realidad –espectacular combinación de concepto y ejecución que, con frases como “¿No es verdad que cada vez que intento llegar a una ciudad te has marchado ya?” y un fondo marcado por el sonido limpio y afilado de una guitarra bien tocada, pueden llegar a sugerirnos la inevitable comparación con los mismísimos Duncan Dhu-.

¿Qué añadir, pues, a esta valoración de mi primer encuentro con el debut de Nada Personal? Nada. La palabra escrita habla por sí sola.

 

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