Por Sandro Maciá.
Siempre me asustaron los cambios. Yo, que aspiro a controlar todo cuanto me rodea, era de ésos que se mantenían fieles a sus escritores habituales, a sus cantantes, a sus marcas, a su dieta diaria, etc. Vamos, que no me atrevía a retroceder ni para tomar impulso, y ya ni hablamos de acelerar.
Sin embargo, últimamente me he percatado de que con los años me he ido volviendo más receptivo, menos dicotómico, más normal… ¿Será que estoy perdiendo mi personalidad? ¿Estaré mutando a otra especie?
Sí, ya sé que suena extraño o incluso ridículo, pero si no estoy viviendo un proceso de este tipo, ¿cómo he conseguido soportar (sin que me entraran ganas de saltar por la ventana) extravagancias tales como el cambio de idioma de Marlango a la hora de cantar -antes lo hacían en inglés y ahora sacan disco en castellano- o el “rebautizo” de Deluxe, cantante gallego que ahora se hace llamar como sus padres le pusieron al nacer: Xoel López?
Pues, pensándolo fríamente, creo que he sobrevivido a esos y a otros giros conceptuales con la ayuda de algo más sencillo que mi evolución genética: el último disco de Niños Mutantes, que lleva por título Náufragos (Ernie Records, 2012).
Gracias al nuevo trabajo de los granadinos -que son ahora menos “niños” pero siguen igual de “mutantes” tras quince años en esto de la música- todo el universo de metáforas y referencias habituales que tenemos en común los admiradores del pop sensible, y a la vez “guitarrero”, vuelve a tener sentido. Pero no un sentido cualquiera, no. Las doce canciones de Náufragos son algo más, son un golpe bien dado sobre la mesa. Son una protesta hecha con estilo, una muestra de que Juan Alberto Martínez, vocalista de la banda, y sus compañeros no tienen pelos en la lengua para ofrecernos letras con personalidad conservando su sonido habitual y característico.
El tema que abre el disco, La Puerta, ya indica a la perfección qué vamos a encontrar a lo largo de los otros once cortes, o sea, frases contundentes como “me he cansado de darte mi tiempo y mis días, me he cansado de oírte decir tonterías”, acompañadas por melodías que en unos casos crean un clima suave y sencillo y que, en otros, acaban explotando en una mezcla, muy bien orquestada, de sonidos potentes.
Náufragos es, por así decirlo, una forma de volver al pop directo, ése que se disfruta con facilidad y que, en este caso, se escucha con cariño por venir de un grupo que, seguramente, casi todos hemos visto en directo desde que nos presentaran, a finales de los 90, su primer y original Mano, Parque, Paseo. Y no ha llovido poco desde entonces, que quince años dan para mucho.