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Por Vanessa Díez.

Todos los hombres que conozco se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo. Al verla contoneándose y quitándose un guante mientras cantaba Put The Blame On Mame la convirtieron en mito erótico, la femme fatale por excelencia aunque la voz fuera la de Anita Ellis. Recuerdo la primera escena en la que aparece, agita su cabellera y muestra su rostro ante la pantalla, capta toda nuestra atención y nos atrapa. Era única. Gilda (1946) de Charles Vidor, una de las grandes películas del cine negro, se recuerda por el sugerente baile y por una bofetada que recibe Hayworth.

En España fue considerada gravemente peligrosa por la Iglesia Católica por la famosa escena donde se quita el guante. Uno de los primeros desnudos de la historia del cine, podemos sonreír ante tal afirmación cuando tan sólo se quitaba un guante de forma sensual, pero la seducción siempre ha sido el principio de todo, pues nosotros hacemos el resto con una buena escena en la que se sugiere aunque no se muestre todo. Todavía no eran tiempos para desnudar cuerpos femeninos. Tan sólo verla enfundada en un vestido negro de noche palabra de honor en satén con una abertura que dejaba sus piernas al descubierto durante el baile. Si te dicen que estás hecha una Gilda es todo un piropo, pues fue un icono erótico que marcó una época.

Su rostro aparecía en los aviones de combate de la Segunda Guerra Mundial y sobre la bomba atómica de Hiroshima. Y la eligieron para animar a las tropas durante la Guerra de Corea. Rodó 59 películas, pero nunca llegó el Oscar. Gilda fue el principio y el final de Rita Hayworth, su clímax, nunca llegaría a tener tanto éxito como con esta película. Siempre será Gilda, los hombres se lo recordarían toda su vida. La soledad sería su única compañera.

Su padre abusó de ella y odiaba ser actriz. El matrimonio fue su forma de escapar de la ficción, quería formar la familia que no había podido tener. Así lo intentó hasta en cinco ocasiones: Edward Judson, Orson Welles, Ali Kahn, Dick Haymes y James Hill.

En Londres en 1976 fue una fotografía en la que se mostraba la imagen de una mujer envejecida, desaliñada, ausente y muy asustada la que demostró que Gilda ya no existía. Nunca hubo una mujer como Gilda. Prueba cruel de la muerte de un mito. Aún no le habían diagnosticado que padecí­a Alzheimer. Su madre, la ex bailarina Volga Hayworth, habí­a muerto por alcoholismo, así­ que pensaron que su deterioro era fruto del mismo mal. Sus dí­as de gloria eran parte del pasado. Antes de cumplir los 50 años empezó a tener problemas de memoria. Padeció de Alzheimer, pero no le fue diagnosticada la enfermedad hasta 1980. Murió en el año 1987, a los 68 años. Su estrella del Paseo de la Fama de Hollywood en el 1645 de Vine Street permanecerá para recordarla.

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