Por Sandro Maciá.
“El fenómeno de terror del año”, “la película más esperada”, “no habrás visto nada igual”… O yo tengo una memoria de elefante y puedo presumir de recordar con una claridad pasmosa el haber escuchado estas frases con mucha frecuenacia o, en caso contrario, quizá es que estas formas de captar la atención de los espectadores están ya tan trilladas que a todos os suenan igual que a mí. No sé, la verdad… Tendré que hacérmelo mirar.
Sin embargo, hasta que me digne a “autodiagnosticarme” dónde está el problema, he de confesar que, en realidad, no me quita el sueño que esta sensación de persecución por parte de dichas frases se deba a mi capacidad de absorción de información o al propio bombardeo continuo del presente conjunto de eslóganes que carecen de originalidad y se perpetúan en el tiempo estreno tras estreno. No, lo que de verdad me deja sin poder dormir por las noches es pensar que haya gente que, aun oyendo tales afirmaciones con cierta periodicidad, siga yendo al cine creyendo firmemente que van a tener el privilegio de disfrutar del “fenómeno de terror del año” -¿cuántos de estos hay cada mes? ¿tres, cuatro?- o de “la película más esperada” -¿de verdad esperamos algo si todas resultan ser “las más esperadas”?-.
Ahora bien, como en todo, la existencia de este publicidad basado en las etiquetas, en los tópicos y en todo un conjunto de tradicionalismos nos da la oportunidad de conocer a gente valiente, a gente como Señor Blanco, una banda patria que se salta “a la torera” tanta etiqueta y que, marcando la diferencia con el rebaño seguidor de estas cursis afirmaciones, nos ha sorprendido este año con un fantástico Ep de tres canciones, Ep que refleja su afán por nadar entre el pop, el powerpop, el rock y el indie sin la lujuriosa idea de hacer gala de actitudes pretenciosas, sin querer ser “lo nunca visto”, sino optando por la autenticidad, por el amor a la música y por el disfrute de tocar.
Así, con la única pretensión de ofrecernos su talento en pequeñas dosis, este grupo cordobés nos invita en los tres cortes de su recién publicado trabajo –autoeditado, previa grabación y masterización en los Estudio Sesenta de la ciudad andaluza- a “trastornarnos bipolarmente” –véase la letra de Mi punto de control, canción de estilosa letras y encantadoras guitarras-, a viajar por la complejidad de la añoranza –atención a la melancolía que desprende Edimburgo, composición impecable a nivel de estructura, instrumentos y versos- y a ponernos de lo más románticos con Su mirada azul, una bonita oda al recuerdo perdido.
Visto desde este prisma, ¿no será que quien necesita recurrir a los típicos tópicos es aquél que no ofrece nada nuevo? Sea como fuere, a los chicos de Señor Blanco esto ni les va ni les viene, pues con su talento van más que sobrados.