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Por Sandro Maciá.

Dimes y diretes. Rumores y mentiras. Ruegos y preguntas… Que no, que no me va a convencer nadie de que estas parejas de palabras tienen que marcar nuestra vida. Ya está bien, hombre. Ya vale de tanta tontería. Fuera estas absurdas uniones de términos y estas ideas preconcebidas y casposas.

Hoy, como habitantes de una época moderna, vamos a olvidar todas estos “binomios consolidados” y vamos a empezar a mirar hacia delante, al futuro y al giro que, conceptual y lingüísticamente debemos darle al mundo que nos rodea para estar acordes al nivel de actualización –como si de smartphones se tratara- que se nos exige.

Y así, sólo así, podremos llenarnos el pecho de aire, sacar barriga y decir bien orgullosos que hemos contribuido a hacer de nuestra sociedad un colectivo contemporáneo y original, como han logrado los chicos de Solletico, un quinteto de estilo adorable que parece que me hayan leído la mente en esto de la renovación de las viejas parejas lingüísticas, pues proponen un concepto digno de romper cualquier esquema tradicional: el POLK, unión del Pop y el Folk.

Interesante, ¿no? Pues, además, estos artistas van más allá de lo artísticamente etimológico y nos ofrecen parte de su talento en su último “four track álbum”, de nombre ¡Arre! (Autoeditado, 2012), un conjunto de canciones compuestas por Marta M. Barrera y majestuosamente llevadas a la realidad por el resto de la banda, todo ello bajo la producción de Luca Petricca, maestro de ceremonias durante las grabaciones en los Estudios Reno de Madrid, y con el toque final de Nico Ordozgoiti en la ilustración de la portada.

De ellos, aparte de todo lo anterior –que no es poco-, cualquiera de nosotros debería saber, obligatoriamente, que son los dueños y señores de temas tan buenos como Ofelia –dulce y de corte casi “timburtoniano” (atentos a la historia y a la puesta en escena de la narración: “Ofelia / en el medio de su entierro / ha causado gran revuelo / al salir de su ataúd)- y Quiero que me pidas que me case contigo, composición ante la que dan ganas de decir un “sí, quiero” de forma espontánea ante tal belleza y delicadeza.

Y más, aún hay más. Los madrileños Solletico tienen tiempo hasta para traernos una crónica socio-histórica basada en la figura del trovador, algo que da cuerpo a la marchosa Trovadores –entendido lo de marchosa tanto por los versos como por el ritmo, ambos perfectamente estructurados-.

Finalmente, y por aquello de no dejar huérfana a ninguna canción, no es de merecer que no se le preste atención a Campistas, del mismo estilo que el resto de este disco, un disco que tiene un gran “pero”: nos deja con ganas de más.

 

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