Por Pedro Serrano.
La voz es la cualidad con la que los humanos nos dirigimos a nuestros semejantes para decirles porque hacemos esto, o porque pensamos que aquel es un gilipollas, aunque tenga cargo de ministro o de portavoz de la leche condensada. La voz es necesaria para expresar lo que sentimos muchas veces, pero la voz tuvo hace años un papel irrelevante en los tiempos en que la magia provenía de un proyector y una pantalla, la voz pasaba a un segundo plano cuando un fundido se abría para dar paso a una historia contada en blanco y negro, donde actores y actrices aparte de guiñarse los ojos e insultarse con todo tipo de tacos, gesticulaban para darse a entender, cosa ilógica si todo sonido era mudo.
Este es o podría ser el punto de partida de The Artist, la película francesa que está enamorando a la crítica, a las productoras, y por supuesto al público, el más entendido de todo esto. La tragicomedia que vive su protagonista en ese tránsito del cine mudo al sonoro, pasando de ser una estrella con luz propia a un satélite abocado al olvido. Desde que se apagan las luces de la sala hasta que te encuentras con otra gran sala de cine en la pantalla con mas glamour, el film no deja de plantearnos la capacidad que tiene el ser humano de sorprendernos solo con su gesto y su mímica, aportando en todo momento planos brillantes y escenas propias de aquellos años, genialmente acompañadas de una banda sonora , puede que en bucle, o puede que no, que nos invita a la emoción en estado puro.
El actor principal con poses de galan made in Lo que el viento se llevó, borda la interpretación en un plano a medio camino entre Ciudadano Kane y Que bello es vivir, pero aquí hay más personajes en juego, un perro salvavidas y unos secundarios soberbios – sorprende como siempre John Goodman – que ayudan a que el argumento sin voz se mantenga firme y en ningún momento pierda el interés de rigor no mortis.
Podría escribir más cosas sobre la película, pero termino aquí recordando a la actriz que encarna el personaje de mujer joven con propósito de triunfo y el plano donde desde el palco de la sala de cine observa al artista dentro y fuera de la pantalla, es aquí donde este tipo que ama el cine entiende que una imagen vale más que mil palabras. Id a verla, mamones.