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Por Sandro Maciá.

Un amigo de mi padre siempre decía: “hace falta que haya muchos tontos para que los listos vivan bien”. Y, oye, que creo que hasta tenía razón. Lo que pasa es que ahora, todo lo que suponga de simplificar o adoptar actitudes tan dicotómicas, en estos tiempos que corren de crisis y escasas oportunidades, es absurdo.

Por eso, siendo sensatos y viendo cómo está el panorama, queda claro que ya no importa ser listo o tonto, ahora lo único que puede salvarnos es ser rápidos. Rápidos y veloces. Pero no para correr, no –que no digo yo que no nos haga falta de vez en cuando-, sino para adelantarnos al resto y lograr que, independientemente de la originalidad de nuestras ocurrencias, estas sean vistas como únicas y pioneras.

Precisamente de esto, de ser pionero y único –bueno, este segundo adjetivo dejémoslo cogido con alfileres, que ya está todo inventado en este mundo-, es de lo que más se habla en la prensa musical de nuestro país en esta semana después de que The Perris, una banda italiana con ganas de revolucionar la industria del disco, decidieran dar un giro al binomio “consumidor-pagador” donando diez euros a todo aquel que adquiera su último disco (Universi Piccolissimi) a partir del 19 de septiembre.

Según el grupo de pop-rock, lo que pretenden con esta iniciativa –que desconcierta tanto como atrae- es poner patas arriba todo el sistema y lograr que la gente cambie su punto de vista respecto al trabajo de músicos y productores y entienda que en cualquier disco hay una inversión de tiempo y dinero que, de algún modo, debe cobrarse.

Con sólo dos condiciones –que los diez euros recibidos serán entregados en forma de “cupón” para gastar en Itunes y Amazon y que esta promoción sólo será válida “fino ad esaurimento delle risorse (economiche)”, o sea, hasta que se agoten los recursos económicos-, este proyecto de The Perris, publicitado como “un album che ti paga per essere ascoltato” (“un álbum que te paga por ser escuchado”), está dándose a conocer más que cualquiera de sus discos anteriores.

En fin, que ya se sabe, hay que conseguir que hablen de uno. Bien o mal, pero que hablen. Y así está ocurriendo, porque hablar, lo que es hablar, están hablando. Unos halagan la idea, otros la critican. Pero lo que no podemos obviar es lo sorprendente que resulta que una banda como ésta, que suena como ya quisieran hacerlo muchos de los artistas que copan hoy las listas de éxitos de las emisoras nacionales, haya tenido que dejarse “los cuartos” en ofrecer su talento al público.

¿Estamos ante un relanzamiento de la industria hecho desde dentro? ¿O somos testigos inconscientes de la puesta en práctica de las últimas medidas desesperadas de salvación de un mercado que empieza a vivir el comienzo de su final?

Bueno, ni lo uno ni lo otro – ¡que mira que nos gusta ser alarmistas!-, dudo bastante que esto vaya más allá de un simple acto de rebeldía de estos italianos que, aun tocando bien, tienen un estilo que recuerda a muchos grupos pero que no les diferencia de ninguno… Quizá esa sea la intención: llegar a ser, con polémica o sin ella, únicos por un tiempo.

 

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