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Por Sandro Maciá.

Con un padre, con una madre, con dos padres, con dos madres, con uno de cada, con varios… Puestos a hacer recuento de los tipos de familias que existen hoy en día, estoy seguro de que no acabaríamos esta lista inicial. Seguro, no, segurísimo, o al menos así lo siento cada vez que pienso en este tema porque, sólo con ver las noticias en la televisión o con leer la prensa, cualquiera puede comprobar que, como antropológicamente siempre ha ocurrido, la familia sigue siendo reflejo de los cambios sociales, y viceversa: no son pocos los cambios socioculturales que tienen su origen en los núcleos familiares.

Ahora bien, si hablamos de evolución, más que centrarnos en las directrices antropológicas que –por suerte- hemos ido modificando a golpe de innovación y apertura de mente, lo que debemos destacar es lo que Santiago Gascón, uno de los últimos autores que ha llegado a mi vida -previa recomendación de buenos amigos-, resalta en su obra Una familia normal (Ed. Xordica, 2012): lo que sostiene a una familia, dotándole de mayor o menor normalidad, no es más que la felicidad que comparten sus miembros.

Esta idea, pese a lo ñoña que parece, se establece en la novela de Gascón (Mallén – Zaragoza, 1961) como un gran telón de fondo sobre el que se va proyectando, acción tras acción, toda una trama que mezcla –de forma tan acertada como equilibrada- situaciones cómicas con momentos sentimentales, casi nostágicos, y algo dramáticos.

Pero que nadie se equivoque. La historia que Gascón nos presenta en este libro no es, ni mucho menos, una narración al estilo “Disney” sobre los valores familiares ni, por supuesto, un canto a la felicidad cursi y repelente. No, nada de eso. A lo largo de Una familia normal, ya desde su forma –está narrada a cuatro voces, con los correspondientes matices que cada personaje aporta a la trama-, se intuye que estamos ante un relato que innova tanto en el tono utilizado como en el “montaje”, un término que, por muy cinematográfico que suene, es el que mejora se adapta a la forma que el autor tiene ir haciendo pasar a los protagonistas (padre, madre, hijo mayor e hijo pequeño) frente al lector, al más puro estilo de la conocida serie Modern Family.

Risas, emociones, reflexiones… Las cuatro patas que mantienen viva esta historia son tan dispares como iguales, tan distintas como similares, tan lejanas como próximas. En definitiva, que sin tapujos ni artificios innecesarios, son como son. Ni se exagera ni se mitifica, así es esta historia, una historia donde la originalidad de Gascón y su talento para presentar un tema cotidiano como atractivo y adictivo –la empatía con cada miembro de la familia protagonista llega al extremo de querer seguir sabiendo más y más sobre sus andanzas- sorprende desde el primer momento, desde la primera frase en la que Guillermo, el hijo mayor de esta amable “tribu”, afirma: “La pared estaba pintada de nubes”.

A partir de ahí, a veces con nubes, a veces con sol, empieza la vida misma.