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Por Vanessa Díez.

El arte epistolar no es fácil, aunque pueda parecerlo, qué contarle al otro y de qué forma, se puede divagar eternamente sobre el modo de llegar con unas líneas a un receptor desconocido y no digamos si no lo es tanto. Las nuevas tecnologías han ido comiendo terreno a las cartas y sobres perfumados, aquellos que se intercambiaban en el colegio en la tierna infancia. Escribir de puño y letra para esperar una respuesta, ya es para los románticos de otra época, una especie en extinción. Disfrutar del tacto y del olor de la carta, recorrer las líneas desconocidas a través de los trazos.

Amélie Nothomb vuelve a sorprender con una historia fresca e irónica. Se cartea durante unos meses con un militar estadounidense que está en Irak desde hace años. Nos muestra dos caras, una diplomática con la prueba de las cartas remitidas, y otra más analítica en la que desgrana aquello que verdaderamente piensa de su interlocutor de misivas. Desde el principio aquella situación le parece extraña, pues se niega a recibir el inmenso dolor que debe haber guardado durante años viendo atrocidades alguien que se dedica a la guerra, no quiere que le cuente sus experiencias, sino que busque un psicoanalista, su primera opción entre la descortesía y la diplomacia es enviarle sus libros dedicados, un término medio. Ante la insistencia del individuo se engancha a sus cartas y se entabla una relación a través de las mismas, pues siente curiosidad ante aquél desconocido. Así termina por esperar con ansia noticias y postergando el resto del correo, tan sólo destacando sus sobres.

A través de las cartas surgen otros temas que también interesan a la autora, la cual había confesado que contestaba todas las cartas, en alguna entrevista, sirviéndole esto como pretexto para dar comienzo al argumento. Habla de su relación con otras personas, de cómo se desarrollan muchas de esas relaciones, hasta dónde llegan los límites, la intimidad o incluso porque una amistad se deteriora y desaparece. Relaciones una y otra vez, la forma de enfrentarlas desde su punto de vista, parece que los humanos no son su fuerte. Algunos se protegen ante una pantalla de ordenador, otros ante una hoja de papel, el escudo puede ser distinto, pero sirve para anestesiar el dolor sufrido. Las relaciones siempre duelen, pues son duras pruebas de la vida. El análisis del cuerpo es recurrente también durante la novela, la crítica sobre la situación de la obesidad, encontrando una explicación de cómo una persona puede llegar al extremo, habiendo perdido el rumbo. Encontraremos dos versiones de una misma realidad, una que justifica y otra que ataca al ser humano que ya dejó de ser y no recuerda en qué momento no tuvo vuelta atrás.

Un giro cuando todo parecía dicho demuestra que el otro no es siempre quien dice ser. Así nos demuestra que no era tan descabellado ser cauta ante las relaciones con los demás, aunque fueran a través de una hoja de papel y nunca se atreviese a cruzar el umbral de la realidad.

 

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