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Por Sandro Maciá.

Esta mañana, hablando con un amigo sobre las peripecias -ahora televisadas- de Mario Vaquerizo, representante o manager de artistas varios y marido de Alaska, y sobre su faceta de Dj (P.D. de pinchadiscos, aquí en España) me he sorprendido a mí mismo -que ya es difícil- al no saber explicar con exactitud qué tipo de música es el que maneja este señor cuando se pone frente a los platos. Es más, ni intentando argumentar conmigo mismo -así, en plan diálogo interno- he conseguido encontrar una palabra que defina el estilo que Mario impone a través de su ecléctico repertorio allá donde va.

¿Será que estoy perdiendo vocabulario? ¿Será que tanta actitud “open-mind” me está trastocando y ya no se ni categorizar? “¿Será el champán, será el licor, serán las luces de esta habitación?”, como decía Eva Amaral en su cándida Moriría por Vos. Pues no, no es ni será nada de eso. Lo que me pasa, creo -he ahí una muestra de mi habitual seguridad-, es que hay canciones que no deben ser clasificadas. Que han de ser englobadas aquí o allí en función de los criterios estilísticos ya establecidos, sí, pero que a nivel personal sólo deben disfrutarse, sin más.

Y eso es lo que me ocurre a mi con Los Punsetes, una banda madrileña de indie pop cuyos componentes estaban destinados a ser estrellas, ya sea guitarra en mano -como hacen ahora- o poniendo en práctica la carrera en la que se conocieron: Comunicación Audiovisual. Ellos son para mí como una película de Tarantino, es decir, me atrapan y despiertan mi lado más visceral y sentimental -valga la paradójica comparación- a través de las historias que cuentan, historias cargadas de segundas intenciones y de una ironía y un sarcasmo ya conocido y admirado por todos aquellos que hayan escuchado los dos trabajos -Los Punsetes (Gramaciones Grabofónicas – Everlasting, 2008) y LP2 (Everlasting, 2010)- que anteceden al que nos ocupa hoy: Una Montaña es una Montaña (Everlasting, 2012).

En este tercer disco de estudio, los autores de temas como Maricas, Matadero o Dinero -esa oda a la gandulería que decía aquello de “conseguidme dinero, no quiero trabajar para tenerlo”- vuelven a demostrar que pueden ser malhablados sin perder la compostura y que tienen originalidad de sobra como para hacer canciones en las que se habla de algo que ni se dice ni se nombra -veáse Alferez Provisional, cuya fórmula ya emplearon hace años en De Moda- o como para volver a mezclar la amistad y el amor con una acidez brutal -escúchese para entender esto Mis Amigos, contrapunto de su afamada Tus Amigos-.

Una Montaña es una Montaña es Punsetes en su esencia, es pop guitarrero y divertido, es salvajismo… Estrofas como “todos mis amigos se vieneron abajo / el día que su jefe les echó del trabajo / no debieron ir a la oficina borrachos / no debieron vomitar en el despacho”, de la antes nombrada Mis Amigos, deberían bastar para saber qué encontraremos en este último trabajo de Los Punsetes. Ahora, que si estos versos tan ilustrativos y tan propios de cualquier escena de mi amada Trainspotting no sirven al lector para hacerse una idea, poco más puedo hacer yo.

 

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