Envejecer con dignidad es algo que todos buscamos y que, por desgracia, pocos consiguen. Ya sea por el afán que tenemos en parecer eternamente jóvenes o por las raras manías y obsesiones que tendemos a desarrollar cuando nos negamos a querer aparentar los años que realmente tenemos, la vejez se manifiesta en cada uno de nosotros –o, mejor dicho, la manifestamos- de maneras tan distintas como curiosas.
Sé que en el caso de cualquier mortal, el pelo o la ropa pueden ser argumentos suficientes para engañar al más pintado y hacerle creer que aún no hemos alcanzado a cumplir tantas o cuantas décadas. Pero, ¿qué ocurre con esa raza, esa casta, que forman los artistas –independientemente de su disciplina- y cuyo proceso de deterioro físico e intelectual está expuesto al público de forma más explícita que lo que pueda transmitir un peinado o un vestido? ¿Cómo lo llevan ellos?
Bien, pues eso es lo que le preguntaría yo a muchos de los grandes talentos del panorama musical internacional que, por un motivo u otro, anuncian su regreso a las estanterías de las tiendas de discos y a las listas de iTunes. Casos como el inminente regreso de David Bowie – que amenaza con sorprender con su The next day a partir de marzo, del que ya se ha estrenado su single Where are we now?– son los que ejemplifican esta resistencia a la aceptación de la retirada y que muchas veces acaban por poner un punto y final que no está, ni mucho menos, a la altura del resto de más de una meteórica carrera.
Por suerte, pocos han sido los desplomes épicos –artísticamente hablando- que hemos podido presenciar, pues si hacemos recuento, muchos de estos veteranos logran hacer trabajos que, si bien no aportan nuevos himnos o éxitos para la Historia del arte de la voz y los instrumentos, consiguen dar una decente continuidad a las rentas de las que aún viven.
Por remontarnos a muestras más recientes, estoy seguro de que nadie olvida la vuelta de Blondie –con una admirable energía, comiéndose hasta un Summercase allá por el 2008, con sus dos días seguidos de riguroso directo-, la de Roxette –que vieron en su soso Charm School la oportunidad de demostrar, algo que sí consiguieron, que siguen siendo unos reyes arriba de las tablas- o la de The Cranberries –que tampoco han innovado más allá de lo necesario para poder tener un repertorio nuevo que diera el pistoletazo de salida al reestreno de sus éxitos de siempre-.
¿Miedo al olvido? ¿Olvido del perfeccionismo? ¿Necesidad al estilo Leonard Cohen –quien, desde su absoluta sinceridad vivió uno de los regresos más acertados y estilosos de esta improvisada lista-? Nunca lo sabremos. Pero, mientras el “duque” Bowie nos mantiene en vilo tras su sorpresa, estaremos atentos al posible resurgir de bandas de antaño.