Kermit, jazz-postrock desde el sur
Por Sandro Maciá
Nunca le quitaré a lo clásico su valor. El encanto de las cosas de antaño, con sus fallos y excentricidades, siempre me pareció impagable e inimitable. La originalidad propia de lo que se hizo sin un modelo con el que comparar me asombra tanto como asusta -¿de dónde salen las ideas que, años más tarde, han cambiado el mundo?-.
Llegará el día en que encontremos el secreto, lo sé. Pero, mientras esto ocurre y sin dejar que nos invada el pesimismo derivado de que el factor sorpresa está en vías de extinción últimamente, hay algo que nos puede dar una pista de cuál será el nuevo camino hacia la reinvención de lo inventado, hacia la revolución musical contemporánea: la fusión, una palabra que –por muy abstracta que suene en según qué ocasiones-, podría ser el punto de partida hacia un viaje melancólico “que para unos será sutil y tierno, y, para otros, agresivo y desgarrador”.
Así, con viaje o sin él, es como literalmente define su arte en esto de la mezcla, de estilos en este caso, la banda malagueña Kermit. Ellos, bebedores de la influencia de grandes como Sonic Youth o Mogwai, centran su campo de maniobra en el ámbito del jazz/post-rock, terreno que les ha deparado más de un éxito y que les ha permitido dar forma a un exquisito trabajo que, presentado ahora en vinilo y titulado Autoficción (Pinmusik, 2012), les sirve para reafirmarse en su –retomamos frases suyas- “afán de exprimir las infinitas posibilidades que pueden ofrecer dos guitarras, un bajo y una batería” hasta ofrecer como resultado “un paisaje de múltiples texturas que, al juntarlas, cobran sentido unas gracias a otras”.
De lo onírico a lo concreto, sin abandonar el mundo instrumental, es como debe concebirse este Lp, un disco que se abre con un tema tan sugerente como Origami –ojo, también, a títulos como Cocaine, Sea Green y God doG- y que, grabado en suelo español, justo en los Dune v2.0 Studios (Málaga), y masterizado por Sergio Cascales, aspira a convertirse en el favorito de cualquier amante de los subidones post-rockeros y de la adicción de estrofas llenas de matices y atractivos arreglos.
No es jazz, no es post-rock. Es su estilo, y que así sea.