Vuelta de Joe Crepúsculo, ahora con Baile de Magos
Por Sandro Maciá.
Que sí. Que la música alegra. Vale, que es posible que no existan malas canciones sino gustos diferentes. Bien, que este arte puede apodarse como el “lenguaje universal”. Ok, perfecto. De acuerdo en todo pero, ¿alguien va a negarme que una canción, según de quién venga o en qué momento se escuche, puede dejarte más chafado que el impacto de una losa de 3,5 toneladas?
Venga, no seamos tan puristas. Eso de que no hay estilo malo puedo llegar a creerlo, pero que a una misma persona le gusten todos los tipos de música me parece tan raro como terrorífico. De hecho, la primera de las composiciones que descubrí del señor que hoy ocupará las siguientes líneas vino a mí por la red social más usada en estos años –esa del logo azul y la F blanca- y no precisamente de un amante del sonido en general, sino de alguien que poco bromea con los gustos: al pan, pan, y al vino, vino.
Él, el Mr. en cuestión, autor de la canción -que no el amigo que la publicó en su “wall”-, era un conocido catalán que, casi viralmente, empezó a ocupar todas nuestras pantallas con un video en blanco y negro y lleno de luces y sombras que se constituía como la representación gráfica de un “hit”, un pelotazo titulado La canción de tu vida, que entraba en tu cabeza para quedarse días, semanas y meses.
Joe Crepúsculo, que así se llamaba el artífice de todo esto, ha sido desde entonces el responsable de abrir la puerta de entrada del techno-electro-pop en mi colección discográfica, una colección que estos días se amplía gracias a que el autor de Escuela de Zebras, Supercrepus, Chill-Out, Nuevo ritmo y El caldero vuelve a la carga con Mi fábrica de baile, primer single de su recién estrenado Baile de magos (Mushroom Pillow, 2013).
Mezclado y coproducido por Sergio Pérez, de Pegasvs, y a golpe de colaboraciones tan sorprendentes como la de Russian Red, que pone su voz en el tema La leyenda, este nuevo trabajo de Joe Crepúsculo sigue en la línea “astrudiana” y discotequera, casi “fangoriana” sin perder por ello su profundidad en cuanto los versos que se cuelan entre una electrónica que se va tranformando sobre la marcha de lo naif a lo salvaje.
Nuevo amanecer –bucólicamente perfecto al principio y estrepitosamente “raver” al final-, Jade –de estilo setentero, muy a lo Debbie Harry en cuanto a base y punteos y de sugerentes momentos “after-hour”- o Mi fábrica de baile –bravo por la declaración de intenciones en “el médico me dijo que quitara el café de mi vida / sólo tomo tres tazas al día / y él está muerto y yo viva”- son ejemplos de qué encontraremos en un trabajo que incita al buen rollo, a su escucha en bucle y a su veneración mediante el baile.
El señor Crepúsculo, con sus sintes y su arte, lo ha vuelto a hacer: nos tiene cogidos, nos tiene atrapados. Nos tiene a sus pies.