Nuevo disco de «Els nens eutròfics»
Por Sandro Maciá.
Queremos lo que no tenemos y, por desgracia, en este camino hacia el inconformismo, acabamos teniendo lo que ni necesitamos. Bucle. Espiral. Llámese como quiera, pero las personas somos tal que así –como se dice en los cuentos-.
Yo, por ejemplo, que me pego a cualquier cosa que haga ruido en busca de algún armónico sonido que pueda apreciarse como música, he escuchado canciones en inglés, francés, alemán y, puestos a seguir por la rama de lo poco habitual, en checo; sin embargo –y he aquí la rareza de que no atendemos a lo que tenemos realmente-, estando Catalunya tan cerca como está, nunca me había parado a ver qué se cuece en las tierras del Sónar o del Primavera. Hasta hoy, día en el que rompo mi trayectoria expansiva allende los mares para disfrutar de lo que se hace dentro de nuestro país.
Y así, gracias a este puntual cambio de rumbo, he conseguido que pasen por mis tímpanos unos “nens” de lo más majos, de lo más animados -¡i tant!-, Els nens eutròfics, banda capitaneada por el poeta Josep Pedrals que presenta estos días su nuevo disco.
Titulado En helicòpter (La Casa Calba, 2013) y con apenas unos días de vida en el mercado, este segundo trabajo, que vuelve a poner de relieve que estos chicos no han perdido su frescura a la hora de materializar la musicalidad de sus versos sin ningún tipo de impedimento cultural, sin vergüenza y sin concesiones, llega con tanto retraso como expectación ha generado, pues cuatro son los años que lo separan de su predecesor –Esquitxos ultralleugers (Iogumba Records, 2009)-.
Pasada ya la larga espera y manteniendo aún el misterio que envuelve a todo disco que está aún por ser presentado en directo -¡eh! No desesperen ustedes, que esta misma semana ya comienza la gira-, lo que sí podemos adelantar es que la fiesta y el desmadre está asegurado.
De hecho, una lectura rápida de la lista de “cançons” del álbum ya nos sirve de avance en lo referente a ser conscientes de que a esta locura conceptual y artística que define al grupo no se limita a lo sonoro, sino que se hace presente desde el texto, como ejemplifican títulos del estilo de Astracan, pastoreta, Calipso facto o Aranyassa, entre otros.
A su vez, estos títulos son la puerta de entrada al mundo de la euforia de estos catalanes, un mundo que se despliega en distintas direcciones y que comienza de manera hipnótica –de ahí el eclecticismo de la antes citada Astracan, pastoreta-, continúa con la alegría verbenera de La somnàmbula y va pasando por susurros poéticos –recordemos de nuevo otro tema ya comentado: Aranyassa– y por guitarras más pop –saltamos ahora a Onze d’agost, por aquello de no destripar más aún- para concluir con una oda a la simpatía, al humor y a las adaptaciones –o readaptaciones- que nos llega de la mano de L’amor es un peix, donde se parodia versalmente al clásico Love is in the air. Un temazo, vaya.
“Nens” no sé si son aún, pero que, pese a las críticas que recibe la poesía por parte de los que no reconocen su ritmo, han sabido combinar el arte del verso con el de la composición musical es algo que nadie les puede discutir.