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La familia del árbol & Niño y pistola nos deleitan en L´Escorxador

Por Sandro Maciá.

Lo que hubiesen querido. Con nosotros, La Familia del Árbol y Niño y Pistola podrían haber hecho lo que hubiesen querido dentro de las cuatro paredes de L’Espai Escènic del CCE L’Escorxador de Elche. Sin resistencia, sin ataduras de ningún tipo. A su merced quedamos, el pasado sábado, los que allí tuvimos el enorme goce de emprender un viaje que, cual travesía de Ulises en su desesperado regreso a Ítaca, bien podría haber sido descrito como el trayecto de “la sólida nave, que en su curso ligero, se enfrentó a las Sirenas” –parafraseando a Homero-.

Y es que, aunque en pleno siglo XXI pueda resultar extraña la alegórica comparación entre ambas bandas y la obra griega, bastó con ver a Pilar y Nacho (alma y corazón de La Familia del Árbol) rompiendo el hielo frente al público, para entender el porqué de tal reminiscencia: su espectáculo, de nombre Odisea, fue a la vez el motivo perfecto para presentar algunos temas inéditos y la excusa perfecta para proceder a un épico reencuentro con amigos y conocidos -incluidos familiares- en el que el hipnotismo del canto de las sirenas homéricas se hizo presente gracias a la voz de él y a los coros de ella.

Junto a ellos –y las cuatro guitarras de Nacho, sin desmerecer la destreza de la percusión de Pilar-, el acompañamiento Manuel (teclista) y Alberto (flautista) fue lo que terminó de dar forma al espectacular mundo folk y ensoñador de La Familia –ahora más movido, a juzgar por las nuevas composiciones-, al universo tejido a partir de temas como Vulcano, Un roca necesita a alguien, Caballo –incontenible emoción con sus coros finales-, Olas –con una intro que cautiva y luego te arropa al abrigo del susurrante verso de “las olas me quieren golpear” para terminar en un explosivo final-, Canto XI, Mi preciosa amada –mi preciosa canción-, ¿Tu me quieres?, El pescador o Análisis Porter.

Paralelamente a esto, las espaldas del dúo ilicitano y su banda quedaron resguardadas por las imágenes que ilustraban cada canción, fotogramas y paisajes que sirvieron de guinda a su paso por el escenario, cuya sucesión se produjo cuando los chicos de Niño y Pistola tomaron el relevo.

En su caso, los de Vigo inundaron el lugar de rock, de su sureño estilo –valga la paradoja- y de ese sonido que sólo ellos pueden recrear para cantar y contar, trasladándonos a las recónditas zonas rurales de los EE.UU., con naturalidad y desparpajo, una vengativa hazaña como la que narra su último trabajo, There’s a man with a gun over there (Ernie, 2013).

Desde el primer acorde, los cinco componentes del grupo (con Manuel y Arcadio al frente, cuyo empaste de voz y sonido roza la perfección -¡y eso no es fácil de conseguir fuera del estudio!-) pusieron voz y ritmo, con admirable energía y sin perder el humor pese al cambio de idioma –Niño y Pistola cantan en inglés- a la historia de Tom, un trabajador de la América perdida y profunda de los años 50 que, harto de su jefe, decide comprar una pistola y matarlo, iniciando así, tras su paso por la cárcel, un viaje a la infancia a través del retorno a su antiguo rancho y del reencuentro –personal y metafórico- con los objetos que allí dejó.

Dividida en dos partes, la aventura pre y post vandálica del señor Tom, atrajo la atención de los que ya les seguimos fervorosamente, sí, pero eso, unido a la originalidad de hacerlo en directo al estilo inverso (esto es, tocando primero la “cara B” del disco y luego la parte A) consiguió conquistar –me consta-, cual cowboy salvaje, a los que se encontraron con ellos por primera vez.

En definitiva, del folk al rock, del amor a la lucha, de la Odisea al tiro limpio. Un éxito de noche que acabó con una interpretación conjunta de La montaña y el río, canción de La Familia del Arbol que, en palabras de Nacho, fua “más montaña que nunca”.