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Kirmen Uribe realiza un homenaje a la memoria.

Por Vanessa Díez.

A veces cuando escucho a la gente decir entre cafés o cervezas “esto ya verás acabará en una guerra” pienso que se desconoce realmente el concepto de la palabra que se emite tan fácilmente por esas bocas descontentas con el tiempo que les ha tocado vivir, esta época de cambios, convulsa e injusta, que nos tocará rehacer, pues todo aquello que nos vino dado de nuestros abuelos ha ido perdiendo vigencia. Aún recuerdo las pocas veces que mi abuela materna ha querido recordar aquellos tiempos de la posguerra, cuando pasaban hambre en las costas de Alicante, de cuando era un niña durante la guerra y veía pasar los aviones desde l’Altet, aunque duele más suponer todo aquello que todavía no ha querido contar, porque como ella dice “aquello fue muy doloroso y no vale la pena recordarlo”.

Kirmen Uribe pone voz a un par de historias de aquel tiempo, de una parte la de una niña de Bilbao que tras el bombardeo de Gernika fue metida en un barco rumbo a Bélgica, donde cambiaría su vida, sin proponérselo sería durante un tiempo más fácil. Allí sería acogida por Robert, un escritor que debe trabajar en un banco para sobrevivir, y que gracias a la niña ve cómo cambia su forma de ver la vida. Uribe va hilando una historia con otra, comienza por los niños de Bilbao, nos va contando la juventud de Robert, el tiempo en el que Karmentxu se convierte en nieta adoptiva del padre de Robert, pues es quien más tiempo pasa con la niña, algo que hace revivir a aquel hombre mayor que todavía vende patatas fritas con su carrito, para ir poco a poco tras la vuelta de la pequeña a la oscuridad de su país desvelando la vida que Robert emprenderá, sus momentos felices junto a la mujer que compartió con él unos años y le dio una hija, a la que llamaría Carmen en honor de aquella que le hizo pensar en ser padre, a todo el tiempo que sacrificó por sembrar un futuro más cierto y justo, aunque para ello tuviera que dejar atrás su paz, sosiego y su alma, pues en el infierno todo se va perdiendo.

Uribe hace de fácil lectura temas que ya de por sí son complicados, pues todo aquello que tiene que ver con la memoria y la pérdida no es sencillo de abordar; pero es necesario hacer homenajes a héroes anónimos. Descubrir historias de aquellos que lucharon por sus ideales y quedaron enterrados en lugares a los que nunca se tendrá acceso, porque muchas familias tan sólo hubieran deseado tener un lugar cierto donde llevar unas flores y llorar amargamente.

 

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