El Low Cost Festival se consolida en su quinto aniversario
Por Sandro Maciá.
No sé si llegará a ser Capital Indie –como rezaba un original hashtag en twitter- o si el amor por la buena música llenará sus calles más veces al año, pero es innegable que Benidorm, nuevamente, sabe cómo acicalarse y cómo vestirse de corto y plantarse sus gafas de pasta para convertirse en sede de un evento que, en su quinta edición, se consolida como uno de los festivales más célebres de nuestro país: el Low Cost Festival 2013.
Un lustro después de su nacimiento, el binomio Low-Benidorm, además de inseparable, se ha convertido en una fórmula de éxito rotundo, en un ejemplo de que el triunfo no es caduco y de que, pese a la crisis y demás dificultades, un buen festival aún puede colgar el anuncio de “sold-out” (“lleno total”), como viene haciendo éste desde el 2012.
Sin cancelaciones de última hora –todo un logro, o más aún: una hazaña digna de recordar para la posteridad, tal y como está el panorama musical artística e industrialmente hablando- y con una organización casi futurísticamente ejemplar (se incorporó el sistema electrónico de check in y check out integrado en la pulsera de cada asistente que se usó en Coachella), los cerca de 75.000 “lowers” que inundamos el recinto la Ciudad Deportiva Guillermo Amor pudimos disfrutar, desde el viernes 26 y hasta el domingo 28, del directo de las más de cincuenta bandas (nacionales y extranjeras) que conformaban el cartel del evento, en esta ocasión mucho más maduro y equilibrado.
Con una jornada inicial marcada por el ritmo de Two Door Cinema Club, Lori Meyers, Chk Chk Chk o Verónica Falls, entre otros, ya podía augurarse que la calurosa y mutua acogida entre los artistas y el público no sería un hecho puntual, sino una comunión que se prolongaría durante los días posteriores.
Sin embargo, sumidos en este éxtasis que nos proporcionó el litúrgico vínculo músico-festivalero, el escepticismo no llegó a disiparse hasta que llegó el momento de estar, el sábado, frente a Belle and Sebastian y ser partícipes de la simpatía y elegancia de una formación que no envejece, evoluciona, como atestiguaron sus interpretaciones de Another Sunny Day (con la que comenzaron) o The Boy with the Arab Strap y su admirable afán por subir a sus fans al escenario.
Al filo de la línea de la madrugada y aún sumidos en la benidormense “saturday night”, al encanto de los de Irlanda, le sucedió la atmosférica intensidad de Portishead, legendaria banda de rock que abrió éste, su único concierto España, con el tema ‘Silence’ del álbum ‘Third’, preludio de una actuación en la que los de Bristol, sin aminorar la marcha en el repaso por los hits más representativos de su repertorio, se ganaron grandes ovaciones. Tal fue el caso del instante en que Beth Gibbons, con su dulce y desgarradora voz, empezó a interpretar ‘Roads’, penúltimo regalo sonoro y final del recatado disfrute nocturno, que a las puertas de la mañana del domingo se tiñó de electrónica con los remixes de Monarchy, Gomad & Monster y Digitalism Dj Set.
Ya en la víspera del lunes, cuyo apoteósico fin de fiesta tuvo lugar en la playa, la tarde del domingo continuó al ritmo de Zahara, Polock, Glasvegas y L.A., encargados de precalentar a la marea humana que se desvivió ante el erótico-festivo directo de Love of Lesbian –nada nuevo, que no por ello nada bueno: su John Boy, su oda al amor propio, su 1999 y sus nuevas fábulas de La cohe eterna, Los días no vividos-.
Los de Santi Balmes, por su parte, pusieron a tono a todo aquel que, acabado el espectáculo, permaneció en las inmediaciones del escenario Budweiser para no perder la oportunidad de ver a Alaska en todo su ¿esplendor? No sé yo… Algo de playback y demasiada parafernalia entre tiempos muertos hicieron que, desde el profundo dolor que me supone reconocer esto, el mejor momento de Fangoria fuera cuando su protagonismo quedó eclipsado por la presencia de Mario Vaquerizo, quién acudió bajo los focos para cantar su versión de I don’t care –si llega a durar medio minuto más el último estribillo acaba el pobre chico sin ropa que quitarse-.
Standstill y Grises, por tirar también del pop patrio, siguieron al matrimonio más televisivo del momento –Olvido y marido, se entiende-, clausurando tres días de música junto al Mediterráneo, un mar que este fin de semana ha dejado de inundarse por excursiones del IMSERSO para ceder parte de agua y arena al moderno gentío juvenil. Benidorm sigue vivo y el Low Cost Festival más aún.