Alicante se trasviste con las Nancys Rubias
Por Sandro Maciá
“La felicidad no es completa sin una cabra tocando el violín”, así de convencido hacía referencia Hugh Grant en Notting Hill a la escena que representa La novia (La Mariee), un conocido cuadro de Marc Chagall que refleja, a mi entender, esa filosofía de vida basada en relativizar y en no olvidar que felicidad está donde queramos buscarla. Una filosofía de vida que, por desgracia, hoy me viene a la mente a raíz del triste fallecimiento del joven Álex Lago, bajista de The Blows, que nos ha dejado después de tres duros años luchando contra el cáncer de colon que le diagnosticaron en 2011 y que no podría ejemplificar mejor esta fuerza y heroicidad de no sentirse impedido por nada para seguir haciendo lo que realmente le llenaba.
Así pues, no sin pena, el ver que este mundo nos despide cuando y como quiere, no seré yo quien se muerda la lengua, por lo que cojo impulso y determinación para reconocer –pese a la sorpresa de algunos puritanos y el susto que se llevarán otros tantos que a base de “fumar en pipa” han perdido el gusto por desmelenarse y disfrutar- que el pasado jueves disfruté a lo bestia en el concierto de, ni más ni menos, las Nancys Rubias.
Sí, lo sé. Que si no cantan, que si hacen playback, que si no sale ni una mísera nota de sus instrumentos… Todo. Estoy al tanto de todo y, aún así, he de decir que Mario Vaquerizo y su banda son –y lo saben, de ahí que se recreen en ello- un espectáculo en sí mismos. Cada actuación suya es, resumiendo con crudeza y sin tapujos, una oda a la diversión y al buen rollo, un escape a la vergüenza y a las manías contenidas, una explosión de “postureo” tratado con gusto y autenticidad. En definitiva, ver a las Nancys sobre un escenario es una lección de exhibicionismo, de homenaje al amor propio y de canto a la libertad de todos y cada uno de los asistentes a sus conciertos.
Concretamente, esta vez, la cita de las “morenas” más “delgadas” del país (archiconocidas desde hace tiempo gracias al reality show que las ensalzó como colegas del gran Vaquerizo) tuvo lugar entre palmeras y mar –como reza su hit Marina D’Or-, en el Club Rockers de Alicante, una conocida discoteca que se convirtió el pasado jueves en la sede central de congregación de todos los modernos y modernas de la localidad y de las ciudades que la rodean; en el punto de encuentro de todos los fans –que no son pocos- de una formación que cae bien y que, con nuestro Tommy Lee castizo a la cabeza, se convierte en un fenómeno de masas allá por donde pasa.
De hecho, bastó un primer golpe de tacón de Mario sobre las tablas del escenario para que la espera a la salida de las Nancys –que fue de una hora- quedara en una mera anécdota, en algo que nadie recordaría después de la sesión que allí se vivió de locura general y del derroche de energía que nos dimos los asistentes mientras saltábamos y coreábamos temas como Supertravesti, Cohete a Nancylandia, Nancys Rubias, Maquillaje, Pero bueno!!, etc. Sin olvidar -¡faltaría más!- su declaración de intenciones sobre el arte de lo postizo en forma de hit, como es Peluquitas.
Tras la triunfal entrada (con canción del intocable Macnamara incusive), sabedores de que lo que últimamente tocan se convierte en oro –o en euros-, Juampe, Miguel, Marta y Mario, ofrecieron una actuación en la que hubo de todo y donde los momentos estelares se fueron sucediendo sin parar desde la promoción que hicieron de su Me da igual (la versión castellanizada del I don’t care de Icona Pop), cuya interpretación se hizo de rogar con el bis, hasta la ansiada aparición de la chupa de cuero del líder del grupo y sus sensuales y erótico-festivos movimientos de pelvis, pasando por sus poses lascivas y unos golpes de melena que muchos y muchas quisieran.
Con Alaska o sin ella, este Mario ya demuestra que anda sólo. En Alicante quedó claro que sabe lo que se hace y lo sabe hacer. Y eso, después de tanto tiempo, no sólo es admirable sino envidiable. Al fin y al cabo idolatrar es fácil, pero ¿lograr que te idolatren? He ahí el mérito.