Maryland presenta Los años muertos
Por Sandro Maciá.
Yo, como muchos compañeros de generación, era de los que presumía al reconocer que pocos eran los Estados de Norteamérica que, salvo que hubieran servido de localización a alguna serie o película o hubiesen sido noticia por marcar (o marcarse en ellos) algún hito histórico, sabía nombrar. Llámenlo cultura Pop, llámenlo incultura –sin Pop-, como cada cual guste, pero así fue. Hubo un tiempo en que fuimos esponjas televisivas y, como tales, nos acomodamos creciendo al amparo de la creencia tácita de que lo que no aparecía en la pantalla –ahora plana y digital, antes gruesa y catódica- no existía.
Y aprendimos mucho, no digo yo que no. Pero, siendo justos, si a alguien he de agradecer que la lista de condados americanos que conforman mi vocabulario actualmente haya crecido, más que a los jefazos de Hollywood y su afán por mostrar lo largas y anchas que son sus ciudades insignia, es a una banda formada por cinco jóvenes vigueses que desde 2011 están internacionalizando la fama de la comarca yanqui que adoptaron como nombre: Maryland.
Si ya entonces, a principios de la segunda década de los 2000, Arturo Gutierrez, Pablo Castelo, Iván Patiño, Alex Penido y Rubén Castelo sorprendieron con su Get Cold Feet (Ernie Records) y nos hicieron pararnos a pensar de dónde surgía una banda que supo hacer del power pop una nueva manera de disfrutar de sentidas letras sin caer en la aburrida combinación de sentimentalismo y ritmo lento, ahora, dos años más tarde, estos gallegos vuelven a la carga con un nuevo disco, Los años muertos (Ernie Records, 2013), en el que reafirman sus intenciones y su estilo.
Grabado en los Estudios Ultramarinos de San Feliu de Guíxols (Girona) por Santi García (Tokyo Sex Destruction) y producido por Santi García y Maryland, Jaime García Soriano (fundador de Saxy Sadie –bendito grupo, benditos años del indie español-) produjo los primeros discos del grupo. Maryland ofrece en este trabajo trece temas directos y certeros -casi rock si atendemos a algunos giros y a según qué salvajemente preciosos acordes-, trece cortes en los que la melodía aparentemente inocente de una voz que suena cercana se funde con las eléctricas dosis de fuerza de unas guitarras y una percusión que denotan rabia, pasión y ganas de, como recoge uno de sus títulos, expresar su Declaración de intenciones.
Tal parece ser este afán por disfrutar hasta el extremo sin nada que perder que, en palabras del mismo García Soriano, y como puede deducirse al escuchar el single que da nombre al disco o canciones como Hoja de ruta, la nueva obra de Maryland puede definirse como una exposición sin miedo a la desnudez donde los protagonistas son “los estados de ánimo y los pasos que da cualquier relación después de una ruptura: los reproches, la rabia y la desesperación, la autocrítica, el arrepentimiento y el perdón descritos en primera persona”.
Desnudos o vestidos –ellos verán-, no hay mejor conclusión que la que nos lleva a parafrasear de nuevo al ex Sexy Sadie, pues pocas frases concretan mejor el espíritu de Los años muertos como la que hace referencia a Maryland comparándolos con un halcón “libre y poderoso que coge las corrientes de aire elevándose muy muy alto”. Cierto.