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Místicos de cafetería, a la búsqueda del Unicornio de Arnold Laine

Por Sandro Maciá

Como si de ayer se tratase, así recuerdo mi encuentro –virtual, o, más bien, postal- con un grupo al que califiqué de realizar y presentar un “electro surtido” de corte “columpioasesinero” y de irónicos y punzantes versos. Más aún, viene a mí el detalle de que su portada me impactó tanto que mereció ocupar un párrafo destinado a tal disección y comentario, como si de una “master piece” de ARCO se tratase.

Pues bien, hoy, desde la sensación de vértigo que produce el hacer caso al cúmulo de expectativas que se generan en uno mismo cuando algo te deja buen sabor de boca, me encuentro con la misión de enfrentarme al tercer vástago del proyecto musical ya nombrado, proyecto que sigue encabezando Luís Feel y que, alabado su antecesor he digerido con tanto respeto como admiración al ver que -¡gracias!- todo sigue en orden, todo sigue haciéndose al estilo de Místicos de Cafetería.

Titulado En el piso 19: Buscando el unicornio de Arnold Laine (Autoeditado, 2013), el nuevo trabajo del señor Feel cumple con creces lo que promete, es decir, “nos deja apenas sin parpadear durante las diez canciones de su metraje”, lo que nos permite afirmar que “desde el solemne redoble inicial en el intro instrumental de “White Zombies” hasta los coros gospelianos de “Mantis Religiosa”,  la voz, las guitarras y, en general, las programaciones de este músico oscense y su equipo, siguen vibrando de principio a fin, sin perder fuelle y conservando ese carácter envolvente que da soporte, a su vez, a los retorcidos versos de cada letra, cuya poesía no precisa de una obligada rima para encajar en el ritmo o la idea que presenta cada tema.

Interesante, ¿no? Pues la visita que nos propone Feel al piso 19 para encontrar al susodicho unicornio, además, nos permite volver a ser partícipes de las aventuras de su álter ego, Dj Bollybood –que ahora reivindica que “aún sigo vivo, quiero seguir pinchando” en Dime quién soy-; volver a disfrutar de las referencias al arte en otras disciplinas, como el cómic, a través de la invocación del personaje de Daniel Clowes, Bárbara Allen, en una homónima canción; sentir de nuevo los sonidos minimalistas que se van haciendo grandes al transcurrir las estrofas –atención a En el piso 19- o ver que el efecto “Dorian” de voz reverberada y electro-acompañamiento tiene un buen sucesor, a juzgar por canciones como Buscando al unicornio de Arnold Laine.

Todo ello, por ecléctico que parezca, es de recibo reconocer que resulta absolutamente lineal y lógico, al menos teniendo en cuenta el concepto del trabajo en sí, que ya desde los colores de las místicas algas de su portada, junto a las fotos del libreto –originales y atractivas como contenido y continente- , deja entrever que de un estilo precisamente clásico no se va a tratar.

Buena concordancia entre lo que suena y lo que envuelve al sonido: ¡un hurra por los que siguen trabajando por hacer del envoltorio de cada disco algo tan importante como el propio trabajo!

Podemos repetirlo, ahora con conocimiento de causa: vuelve el electro surtido.

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