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Ambos grupos fueron parte de la inauguración oficial del Diversa 2013

Por Sandro Maciá.

El cuento de la tolerancia y el respeto, a estas alturas, lo tenemos todos más claro que la dirección postal de la calle en la que vivimos. Que si somos todos libres e iguales ante la ley –o eso dicen-, que si somos de los más “openminders” –abiertos, vaya- de Europa, que si a todos nos apasiona la diversidad y el amor libre…

Bla, bla, bla… A la hora de la verdad, por muy convencidos que digamos esto, pocos son los que así lo sienten. Por eso, puestos a defender el autoconocimiento del carácter tolerante que llevamos –o no- dentro, es de agradecer que se sigan desarrollando actividades en las que la promoción de dichas consignas no pasen por ser meras pancartas o tres gritos mal dados al estilo “manifa”, es decir, iniciativas como el Festival Diversa 2013, un certamen lúdico, artístico y sociocultural destinado a fomentar la visibilidad del colectivo LGTBI que se celebra en Elche estos días y que opta por transmitir estos y otros valores a través de la oferta de un amplio abanico de actividades.

Entre ellas, el pasado jueves –fecha del pregón que dio comienzo a la presente edición del festival-, los asistentes al auditorio “Espai Escènic” del Centro de Creación Cultural de L’Escorxador del municipio ilicitano, pudimos disfrutar de la actuación de Nine Stories y Alondra Bentley, dos artistas y compañeros de banda que, cada uno a su estilo, desprendieron tanta ternura como simpatía.

El primero en encontrarse con el público fue Nacho Ruíz. El madrileño, cuerpo, cabeza, tronco y extremidades de Nine Stories, cumplió lo que prometía su austera puesta en escena: realizó un recorrido por lo más destacado de sus dos discos publicados, un viaje por la sensibilidad de una voz que, al ritmo de un piano, una guitarra y un ukelele, encandiló poco a poco, tecla a tecla, cuerda a cuerda, pasando por emotivos momentos, como la interpretación de Dizzy –tema extraído de su Lp Nine Stories (Gran Derby, 2010).

Ya lo suficientemente acaramelados –y, seamos sinceros, algo traspuestos entre tanta paz-, llegó el turno de darse el baño de luz bajo los focos a aquella dulce chica de Lancaster que, afincada desde hace años en España, nos ha venido conquistando desde más allá del 2004 –cuando empezó a despuntar, aunque aún si dar el salto en solitario- con su pop y folkpop melódico.

De nombre Alondra. De apellido Bentley. Ella, vestida de un negro que contrastaba con su dulce tono de voz y con la suavidad con la que susurraba tanto los versos de sus temas como las palabras que dedicó al público, mantuvo ese halo de tranquilidad y relax, una sensación que, sin embargo, supo domar hasta el punto de hacernos partícipes de sus ingeniosas historias sin caer en el sueño placentero del bienestar.

Fantásticas composiciones dedicadas a su hermana – My sister and me, donde expresa la condición de fan incondicional de Top Gear y Tomb Raider de la otra mitad de las Bentley-, bonitas melodías para agradecer la presencia de algunos compañeros del gremio –tuvimos el lujo de contar, entre las butacas del lugar, con los miembros de La Familia del Árbol, cuyo gato (sí, gato) recibió una dedicatoria de la propia Alondra-, infantiles –que no por ello menos importantes- temas de aquel disco que grabó para niños… Y así hasta llegar a presentarnos lo –supongo- más preciado de un repertorio que desde hace poco se amplía con la publicación de su The Garden Room (2013), una oda a su “peculiar familia” –textualmente definida así por Mrs. Bentley- del que tocó piezas como Don’t Worry Daddy, Dates to Remember o Motherhood, entre otras.

Así si. Si la música amansa, el arte educa. O sea que, si es así, que vengan cuatro, siete o trescientos festivales como el Diversa, que aquí estaremos.

 

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